Junio 22 – Septiembre 30 de 2024

1977 – Alberto Lezaca

Curaduría: Camilo Chico

(Extracto del texto curatorial de la exposición 1977 por Camilo Chico T.)

Pero ¿por qué? ¿Por qué es necesario que seamos engañados con respecto a la naturaleza de nuestra realidad? ¿Por qué él se ha velado a sí mismo como una pluralidad de objetos no relacionados y sus movimientos como una pluralidad de procesos azarosos?*

Alberto Lezaca, a través de múltiples dispositivos, ha cuestionado la creación, la interpretación y la percepción de lo que se considera realidad. Y es por ello que en su obra se encuentra que la configuración del espacio juega un papel fundamental. Con frecuencia altera las cualidades arquitectónicas del espacio físico. Si se trata del espacio pictórico, plantea la representación de espacios arquitectónicos o mentales, involucra problemas de observación y escala del mundo que lo rodea. Lugares que lo han llevado a concluir la pertinencia del arte como una veta de pensamiento en donde emergen oportunidades de realidad alterna.

Soy el que duda y la duda.*

Para este proyecto, al igual que en varios anteriores, su pintura comienza trazando dibujos electrónicos a partir de programas de 3D. La improvisación y el azar son variables importantes y lo surten de un inventario de ideas y posibilidades que, gracias a su carácter automático provisto de un alto grado de libertad, nos lleva a conectar su trabajo con las metodologías propias del dadá y el surrealismo de principios de siglo XX. Ideas que paralelamente va planteando en sus telas, para luego inducirlas a un diálogo con algún otro creador, que puede estar en la plástica, la literatura, la música o cualquier otra disciplina artística. Para esta ocasión resultó ser el escritor estadounidense Philip K. Dick, con su conferencia dictada en la Convención de Ciencia Ficción de Metz, Francia, en el año 1977, fecha que le da título a esta exposición.

Él se ha cruzado con algo nuevo que, al mismo tiempo, estuvo ahí, en algún lugar, todo el tiempo. En verdad, ella [la idea] simplemente emergió. Siempre fue. Él no la inventó o siquiera la encontró; en un sentido muy real ella lo encontró a él. Y –este es un punto atemorizante de contemplar– él no la ha inventado, sino que, al contrario, ella lo inventó a él. Es como si la idea lo hubiera creado para sus propósitos.*

Resulta muy interesante la escogencia de este texto, pues en él se relata la presencia de otros tiempos y otras realidades que coexisten en simultáneo y que crean una grieta en la que tanto el artista como el espectador pueden caer. Aquel número, 1977, al objetualizarlo como “un letrero”, otorga ciertas atemporalidades: este número, que es este pero que, sin duda alguna, hubiera podido ser algún otro, encuentra este espacio, de la misma manera que encontró a Philip K. Dick. Así, este proceso es una bella metáfora de la creación en el ejercicio de la pintura contemporánea.

* Fragmentos del discurso de la conferencia If You Find this World Bad, You Should See Some of the Others [Si creen que este mundo es malo, deberían ver alguno de los otros]. Philip K. Dick, Metz, Francia, 1977.

Más información

Alberto Lezaca

Bogotá, Colombia. 1971 

La práctica artística de Alberto Lezaca indaga en torno a dispositivos culturales y tecnológicos que permiten la creación de realidad. Le interesa el lenguaje como construcción cultural que determina la manera en que entendemos la materialidad del mundo a través de la creación de categorías y estructuras mentales. Durante su carrera ha trabajado con diferentes medios incluyendo instalación, pintura, video, escultura, gráficas computacionales, multimedia y fotografía. Su trabajo busca el encuentro con prácticas más allá de las artes visuales; ha desarrollado investigaciones relacionadas con la arquitectura, el diseño, la música y la literatura.

Desde el año 2010 es profesor asociado de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia.

Camilo Chico

Artista plástico de la Universidad Nacional de Colombia, especialista en Arte Moderno y Contemporáneo colombiano. Autor de varias publicaciones, entre las que se destacan el libro Alejandro Obregón (Villegas Editores, 2011), y la curaduría de los libros sobre Freda Sargent (2019), Alejandro Obregón (2021) y Luciano Jaramillo (2023), para Ediciones Gamma. Curador independiente, cofundador de Bogotá Auctions y actual director del espacio La Casita, institución dedicada al apoyo y a la consolidación de procesos de arte contemporáneo de artistas colombianos.

1977

Pero ¿por qué? ¿Por qué es necesario que seamos engañados con respecto a la naturaleza de nuestra realidad? ¿Por qué él se ha velado a sí mismo como una pluralidad de objetos no relacionados y sus movimientos como una pluralidad de procesos azarosos?*

Alberto Lezaca, a través de múltiples dispositivos, ha cuestionado la creación, la interpretación y la percepción de lo que se considera realidad. Y es por ello que en su obra se encuentra que la configuración del espacio juega un papel fundamental. Con frecuencia altera las cualidades arquitectónicas del espacio físico. Si se trata del espacio pictórico, plantea la representación de espacios arquitectónicos o mentales, involucra problemas de observación y escala del mundo que lo rodea. Situación que genera ciertas inestabilidades ante el cuestionamiento de su origen. Y es precisamente a estas preguntas —si se dan— a lo que Lezaca desea llegar ante el espectador, pues sus planteamientos son un lugar críptico y particular que ineludiblemente lleva a otras realidades, propias de otro espacio-tiempo, lugares que lo han llevado a concluir la pertinencia del arte como una veta de pensamiento en donde emergen oportunidades de realidad alterna.

Y para poder comprender la configuración del lugar plástico de Lezaca, se ha de anotar que desde hace más de dos décadas ha publicado diversos trabajos musicales (Nogram: Touch TV, 2004; Don’t tell me, 2005; Estrellas del infierno, 2006; Alberto Lezaca: Pekín, 2020; La región transparente, 2021). Estas obras le han impuesto estrictas metodologías experimentales de construcción artística, donde elementos como el ritmo o el color del sonido se traducen en formas de entender la configuración pictórica de algunas de sus series. De la misma manera, para este proyecto, al igual que en varios anteriores, su pintura comienza trazando dibujos electrónicos a partir de programas de 3D. La improvisación y el azar son variables importantes y lo surten de un inventario de ideas y posibilidades que, gracias a su carácter automático, provisto de un alto grado de libertad, nos lleva a conectar su trabajo con las metodologías propias del dadá y el surrealismo de principios del siglo XX. Son ideas que paralelamente va planteando en sus telas, para luego inducirlas a un diálogo con algún otro creador. 

No es extraño su interés permanente en deconstruir la realidad, ya sea artística, histórica o social, al sumar referentes literarios o cinematográficos —aquellos que se construyen con imágenes, bien sea desde el ejercicio de leer las ideas descritas en palabras u observarlas en pantallas—. De esta manera, el tiempo se concreta, poblando su trabajo de múltiples lecturas experienciales y plásticas. Y es aquí donde vemos su afición a la ficción, que puede ser Alfred Jarry, Boris Vian, Bioy Casares, William S. Burroughs, Marinetti o Alain Resnais. Para esta ocasión resultó ser el escritor estadounidense Philip K. Dick, con su conferencia dictada en la Convención de Ciencia Ficción de Metz, Francia, en el año 1977, fecha que le da título a esta exposición. 

Resulta muy interesante la escogencia de este texto, pues en él se relata la presencia de otros tiempos y otras realidades que coexisten en simultáneo y que crean una grieta en la que tanto el artista como el espectador pueden caer.

Soy el que duda y la duda.*

En cuanto se atraviesa la puerta de acceso al espacio expositivo, lo único que se ve es un muro mudo y desnudo donde se posa el letrero que, además de nominar la exposición, informa del lugar al cual se ha de entrar. Aquel número, 1977, al objetualizarlo, otorga ciertas atemporalidades: este número, que es este pero que, sin duda alguna, hubiera podido ser algún otro, encuentra el espacio de la misma manera que encontró a Philip K. Dick.

Un corredor y, al final, una pintura, que es la misma que representa la esquina que ya se recorrió, pero que de alguna forma será la que se recreará en los dibujos electrónicos que intuyeron la configuración espacial de cada una de las instalaciones que habitan aquel lugar único, tal como lo sugirió Borges en El jardín de los senderos que se bifurcan, al potenciar en su lectura la generación de universos posibles dentro de la imposibilidad de la creación contemporánea.

Una estructura central, similar a una torre, con una escalera de pocos peldaños, sugiere elevarse del espacio. Desde allí se puede observar, de un lado, una pequeña pintura donde la imagen es una aparente perspectiva de esta misma estructura con horizonte naranja; y del otro, una ventana que permite contemplar fragmentos de algunas otras instalaciones presentes en el espacio. Una de ellas es muy importante: la intervención en el piso con vinilos adhesivos que convierten el espacio en un lugar pictórico que obliga al espectador a habitar la pintura, y a la pintura, apropiarse del espectador. Esta especie de paradójica metáfora me hace recordar el texto de Boris Vian El otoño en Pekín, en el cual Amadis Dudu se dirige a Exopotamia, donde experimenta una serie de eventos en un recorrido que, con alta probabilidad, no conduce a lugar alguno.

Justo detrás del corredor, y diagonal a la estructura central, toma forma otra sala de exposición, allí habitan cuatro pinturas, dos de las cuales contienen, además del espacio, extraños elementos flotando, presencias a la vez etéreas y densas, que se suman al inventario de objetos posibles que Alberto Lezaca empieza a referenciar desde Back Catalogue, exposición realizada en Bis Oficina de proyectos, en 2018.

Una sólida edificación vertical, a diferencia de las demás presentes en el espacio físico, flota en el espacio pictórico. Se ubica alrededor de la estructura central, multiplicada en dos telas (o más) sin sombras. La figuración sugiere la presencia de la maqueta como presentimiento del espacio real, aquel lugar de la abstracción racional que, al escalar la representación, limita su funcionalidad a solo contemplación. El conjunto de estructuras monolíticas configura una noción de paisaje sumamente concreto —tanto en forma, como en paleta—. Estas son exploraciones que Lezaca viene realizando desde 2011, en series como Corte de flujo, Irregularidad concreta, en 2014, o algunas pinturas presentadas en su exposición Abajo y las excepciones, en 2016.

La misma pequeña pintura donde la imagen es una aparente perspectiva de la estructura central se despoja del horizonte naranja y multiplica su tamaño, su nueva escala —la misma mía, la misma suya—, sugiere ascender la mirada y, más allá de la escalera, se ven, de un lado, unas líneas blancas horizontales sobre fondo negro, y de otro, un azul tan cercano al color del cielo, que nos recuerda que un afuera existe y que es susceptible de ser representado y recordado. El horizonte amalgama la realidad con la ficción, en un momento de contemplación donde la pintura ha superado la representación y se ha apoderado del espacio mismo.

Él se ha cruzado con algo nuevo que, al mismo tiempo, estuvo ahí, en algún lugar, todo el tiempo. En verdad, ella [la idea] simplemente emergió. Siempre fue. Él no la inventó o siquiera la encontró; en un sentido muy real ella lo encontró a él. Y —este es un punto atemorizante de contemplar— él no la ha inventado, sino que, al contrario, ella lo inventó a él. Es como si la idea lo hubiera creado para sus propósitos.*

La continuidad del movimiento en los tres elementos presentes en el último dispositivo de este camino, refuerzan la sensación de que esta instalación no ha terminado. Tampoco empezó, pues sólo queda posar la mirada en una pequeña pintura que contiene un fragmento de aquel lejano letrero, el que vimos al entrar y que veremos al salir.

Aquella Ficción radical que profesa Alberto Lezaca, y que surge de aparentes disrupciones al statu quo, no es más que pequeñas utopías presentes en la modernidad de las artes, que generan coyunturas en el devenir histórico, lo que le ha permitido al pensamiento humano proponer escenarios alternativos donde el sentido del arte crea nuevas lógicas de experimentación, que operan como mecanismos de comprensión del mundo. Este proceso es una bella metáfora de la creación en el ejercicio de la pintura contemporánea.

Camilo Chico T.

*Fragmentos del discurso de la conferencia If You Find this World Bad, You Should See Some of the Others [Si creen que este mundo es malo, deberían ver alguno de los otros]. Philip K. Dick, Metz, Francia, 1977.