DE MARÍA JOSÉ ARJONA
CURADURÍA ANDRÉ LEPECKI
DERRELICTO
Buque u objeto abandonado en el mar.
Derelicción: Abandono consciente y voluntario de una cosa, sin ánimo de recobrar su posesión.
¿Cómo agitar las estructuras que soportan el mundo? Proliferamos en paisajes de movimientos; movimientos que sacuden las estructuras para provocar un adiós necesario, un adiós liberador, que une mundos y que articula el comienzo de otra forma de estar. De otra forma de entender.
¿Cómo mover el mundo, si el mundo se ha quedado sin cosas? Fred Molten y Stefano Harney escriben: “la incertidumbre rodea la tenencia de las cosas. En este sentido, una cosa no es lo mismo que un objeto (incluso si puede tener una realidad objetiva). Más bien es un modo de ensamblar asuntos […] que precipitan lo imprevisto. Una cosa es cualquier asunto que crea existencias lejos de la vida orientada al sujeto-objeto. Por lo tanto, cada cosa es una puerta de entrada a otras formas de vida. Un catalizador para otros géneros de la humanidad.”
“la incertidumbre rodea la tenencia de las cosas.
En este sentido, una cosa no es lo mismo que un objeto”
El abandono, -como acción de dejar que las cosas pasen para hacer aparecer otras,- es el acto que alimenta el movimiento esencial de este proceso. El abandono conecta la pérdida con el mar como metáfora de una transformación en la que todo cuerpx debe fugarse hacia eso desconocido para poder volver siempre con la condición de no ser objeto, aún cuando su realidad sea objetiva.
Los puntos, al igual que las cosas, al igual que las partículas, se conectan unos con otros; nuestro punto es una articulación, un vacío, una ausencia que debe ser abordada a través de una copulación molecular. Una danza de borrachos, de ebrios, de trastornados, de perdidos. Nuestra técnica es la del balbuceo.
Escuchamos porque el ruido de la luz hace que nuestros cuerpos sean siempre del otro y de otro. Reverberamos en otras voces y nos abrimos a conversaciones abstractas. Alteramos, modificamos, emitimos llamados para adentrarnos juntos en la niebla; sabemos que nos dirigimos hacia algún lugar pero no sabemos cuál. La bruma nos hace cómplices.
Compartimos vulnerabilidad y la cruda realización de que todo cambia. Proliferamos para dar forma a un espacio elástico e indefinido. Somos frontera. Recogemos para dejar ir porque el paisaje es siempre el lugar de la mezcla. Compartimos el regalo del mar como símbolo de eternidad, de peligro y vulnerabilidad.
Nuestro cuerpo es el resultado de otros repertorios. ¿Cuál sería la primera palabra? ¿El primer gesto? ¿Hacia adónde el primer paso? Compartimos distancia para encontrar la ruta. Repetimos, robamos, hacemos diferencia en donde el afuera del afuera revienta siempre el adentro. Nuestro cuerpo llega, trae y se va, moviendo estructuras que soportan lo que conocemos para proveer un adiós necesario y afirmativo. Nuestro adiós libera, articula otra forma de estar. De estar con las cosas y con los cuerpos que no están. Deseamos revertir la mitología que descansa en la raíz de nuestro destierro y por eso, tejemos para sanar y no para anunciar el final del tiempo. Tejemos para hacerle a las cosas, aunque invisibles, un espacio interno. Alentamos un lugar de transición entre la materia y la evaporación. Destilamos tiempo. Tejer y destilar para unir. Somos visitantes de este mundo porque también somos habitantes del que falta aún por construir.
Nos preguntamos para responder desde el laberinto. No respondemos porque conocemos sino más bien porque nos fugamos. Cuando la ceguera abre el juego a los demás sentidos, no hacemos mapa, trazamos líneas para la fuga.
Invocamos para dejar que los sentimientos se revelen tangibles; la incomodidad nos obliga a hacerlos materiales, a darles espacio, es necesario que salgan y se presenten. Las emociones se vuelven cosas, con volumen. El derrelicto es la evidencia de que algo a kilómetros de distancia tuvo fin. Despedir, sanar, transformar, dedicar. Silbamos desde una ciudad sin mar, para llamar a otro mar.
Invitamos la niebla para ver lo que desaparece, lo que se esconde. Jugamos para gestar deseo más allá de la identidad y del objeto. Hacemos aparecer cosas para encender un fuego entre la niebla, para aliarnos de manera amorfa y horizontal con todo. La niebla es la voz del paisaje, es el aliento que regula los cuerpos, las no cosas y las cosas. Vivir es entrar a la niebla, tenemos la certeza y la incertidumbre de dirigirnos hacia un destino, sin saber cuál.
Despedirnos es siempre una violencia, es polvo que libera. Nuestro afecto se gesta en libertad. Somos ola, murmullo, somos ritmos que producen un estado de cosa que emerge entre señalar, bordear, salir, bajar, palpar. No nombramos, nos perdemos, nos encontramos y nos volvemos a perder. La incertidumbre es nuestra brújula.
Somos viajeros entre planos alternantes. Nuestro privilegio es sentir y amar; ser parte de la misma molécula temporal. Nuestro tiempo es medido por las relaciones que tenemos. Es húmedo, no cronológico, no lineal. El amor se manifiesta en la voluntad de estar presentes, en el encuentro, en la posibilidad de crear en colectivo futuros posibles.
Somos el inframundo, serpientes, custodixs de fluidos, mares, aguas, de un mundo vegetal que se instala después de la muerte. No vemos, olemos el mundo. Hemos desmontado la vista como sentido primordial. Hemos instalado la vigilia como práctica para soñar, nos permitimos la imaginación porque hemos reclamado nuestro derecho a gestionar futuros. El olfato es el umbral, es el guía que nos abre el campo para caminar entre planos. Nuestra sanación está al otro lado de las heridas. En lo oracular está la sanación.
El adiós es el lugar del amor.
Manifiesto firmado por:
Alejandro Penagos / Alejandro Samudio / Ana Contreras / Bellaluz Gutiérrez de la Torre / Caridad Botella / Clemencia Echeverri / Cristina Consuegra / Daniel Corredor / David Arenales / Demonia Yeguaza / Elisa Triana / Fabián de Huertas / Felipe Villamil / Joan Arenales / Juan Betancourt / Juan Sebastián Bernal / Juanita Delgado / Lady Hunter Texas / Lina Botero / María Clara Torres / María José Arjona / Ricardo León Jatem / Sebastián Villamil / Tatiana Benavides / Vanessa Gómez.