DE MARÍA JOSÉ ARJONA
CURADURÍA ANDRÉ LEPECKI
23/10/21
JUANITA DELGADO
UNA PROVOCACIÓN HACIA LA ESCUCHA DEL MOMENTO COMO FORMA DE CONJURAR LA VIDA
¿Cómo entrar a intervenir un espacio que ha sido dispuesto para el encuentro y que, su vez, es el contenedor de unas experiencias pasadas que exceden mi lugar en el dispositivo?
¿Cómo dialogar con la propuesta de María José como agenciadora? ¿Desde que lugar? Pero no como una pregunta retórica sino cómo un deseo de conectar honestamente con el trabajo de ella mientras se transformaba ese espacio y mientras se conjuraba el encuentro con aquelles otres que entraban al dispositivo.
Entonces, aparece mi obsesión de estos tiempos que es escuchar. La escucha como un lugar poético-político que agencia la presencia y el presente de los cuerpos. La escucha paciente y curiosa, la escucha como una búsqueda de lo invisible y como testiga de la aparición y desaparición sutil de los cuerpos, las cosas, aquello no humano que se entrega al tiempo y vida.
La escucha es también, la manera más potente para responder a mi pregunta sobre cómo seguir sonando tan resonante con la premisa de María José cuando titula este compendio de provocaciones “Como es adentro es afuera”.
¿Cómo es mi adentro? ¿Mi interioridad, cómo se manifiesta? ¿Cómo abrir mi subjetividad sonora sin la caprichosa voluntad de imponer mi sonido por encima del dispositivo?
Y entonces, entre escuchar para oracular y sonar para conjurar, transcurrieron las casi 6 horas que estuve en el espacio. El todo, se convirtió una apología a la transformación de la percepción por medio de la escucha a través de unas prótesis construidas con cartulina para hacer orejas gigantes y un embudo de aluminio industrial o pequeños vasos de cartulina conectados con hilo. Un ejercicio casi ingenuo, pero de una potencia tremenda.
Escuchaba el espacio, las cosas, las estructuras, el viento, el edificio moverse, los cuerpos moverse, las masas desplazarse, las voces, las texturas de los zapatos, los pesos de los seres, los aires que venían de quién sabe dónde. Escuchaba los motores que dan vida a las máquinas, escuchaba los secretos de los asistentes, escuchaba voces de otras vibraciones, y el silencio, por momentos, era el catalejo del tiempo y era el enviado para corroborar que en la ausencia de sonido la presencia se intensifica y la percepción se amplia.
Y soné, como quien no quiere sonar para no interrumpir a otres que suenan en quien sabe cuáles dimensiones. Y soné para compartir la singularidad de mi interioridad que pulsa por salir a través de ondas invisibles.
Todes compartimos sentirnos delicades, vulnerables, extrañes en medio de estructuras que fueron escuchadas y sonadas, en medio de cemento y altura que alteraba el encuentro y en medio de mis sonidos, a veces canciones, a veces gaita, a veces discurso sin sentido y otras muchas reverberaciones de otras voces, encontramos momentos de contemplación de las cosas y de ensoñación personal.