DE MARÍA JOSÉ ARJONA
CURADURÍA ANDRÉ LEPECKI
12/10/21
LINA BOTERO
El profundo encuentro con la materialidad del cuerpo, con lo efímero del gesto. La sintonía con la presencia.
La conversación con el silencio.
Una vida vivida en tres horas, de callar para escuchar lo que palpita dentro,
para ver lo que se mueve fuera, para vincular lo que se es,
ahí,
en ese instante,
con la luz de ese instante,
y los cuerpos y las energías y las ventanas
y la ciudad y el cielo y la niebla y el cosmos y el mundo. La acción como propósito,
desde el cuerpo,
la palabra, la voz o el camino recorrido. La intención es la misma, accionar.
Sin la búsqueda de producir un efecto más allá que el de la misma acción, que el de la misma existencia.
Fui libre.
El adentro se dejó llevar por el ahora, rompiendo el tiempo, rompiendo la forma habitual del espacio.
Si el suelo era para caminarlo, yo quería volar en él.
Si las cosas,
en este mundo de no cosas, querían hacerse presente,
yo me permití ser una de ellas.
Sin competencia, sin discusión, sin preguntas,
solo contemplación.
Dejé de nombrar al movimiento, para no limitarlo. Me permití ser parte del espacio con sutileza,
me permití la contemplación.
Me permití leer los mensajes de lo no visible. Me permití el camino menos transitado.
Me permití llorar.
Lo desconocido fue mi brújula.
Y sin buscarlo, llegué a un lugar: el principio.