Los Carpinteros: hacia una lectura expandida
Curaduría Andrea Pacheco – Claudia Segura
La lectura es un complejo proceso neurológico que se produce al interior de la psique y que permite comprender una serie de signos, portadores de información codificada a través de un lenguaje. La raíz etimológica de la palabra “leer” viene del griego arcaico: legein, que se traduciría como “recolectar” y logos, que significa “pensamiento”. Así, leer sería el acto de “recolectar el pensamiento”.
Los seres humanos tenemos la capacidad de leer en un amplio sentido, no sólo en el plano intelectual, cuando leemos palabras o imágenes; podemos también “leer” cuerpos, “recolectar” emociones y otra clase de lenguajes, de carácter sensorial, metafísico e intuitivo. Esta es la premisa en torno a la cual pivota el proyecto expositivo del colectivo cubano Los Carpinteros para NC-arte.
La pieza central de la exposición, ha sido construida especialmente para este proyecto. Se trata de la octava versión de Sala de Lectura, una obra que ha supuesto un auténtico modelo de investigación sobre las arquitecturas panópticas y sus connotaciones políticas y filosóficas, inspirada en el Presidio Modelo de Cuba. Construida en los años ‘20 en la Isla de la Juventud (antes Isla de los Pinos, en la parte sur-occidental de Cuba) durante el régimen opresor de Gerardo Machado, el Presidio Modelo fue una réplica del Centro Correccional Stateville, en Estados Unidos. Consistía en un gran complejo arquitectónico, con capacidad para cinco mil hombres, que contaba con cinco edificios de planta circular, con una torre central desde donde los gendarmes podían reprimir cualquier desorden sin tener que enfrentarse a los reclusos. Las cárceles panópticas, tal fue el objetivo de estas construcciones, debían crear una sensación de “omnisciencia invisible” sobre los presos, según su creador el filósofo inglés Jeremy Bentham (1748-1832). Fueron pensadas como una solución económica para ejercer el poder de una minoría -los vigilantes- sobre una enorme mayoría -los presos- dentro de una estructura jerárquica, moralizante y estrictamente disciplinada. Para sus ideólogos, el Presidio Modelo debía destinarse a “reeducar” individuos de alta peligrosidad, a los deportados y a quienes manifestaran una ideología opuesta a la nación, es decir, desde su origen, fue un centro de represión política al servicio del gobierno de turno.
Entre 1953 y 1955, Fidel Castro y una veintena de revolucionarios cumplieron condena allí bajo la dictadura de Fulgencio Bautista. El periodista y escritor cubano Pablo de la Torriente Brau (1901-1936), relató en su famoso libro “Presidio Modelo”, el horror que albergaron los muros de estos edificios durante décadas: “Le quitaban la comida, el agua, todo alimento; teniéndolos en tormento hasta más de doce días. Si acaso no se moría lo llevaban a La Yana donde yo vi una mañana que asesinaron a cuatro, en aquel terrible antro de la bestia inhumana”.[1]
La literatura fue un bálsamo para soportar la violencia que se vivió en la isla. De la Torriente recibió decenas de escritos de otros reclusos para ser incluidos en su libro; en estos relataban en verso sus padecimientos. El mismo Castro y sus compañeros dedicaron los casi dos años de internamiento a estudiar, formaron un grupo de lectura dentro de la cárcel y una biblioteca para intercambiar libros.
Esta perversa relación entre violencia e ilustración, propia de la modernidad “adoctrinadora” de Europa Occidental, trasplantada a América desde comienzos de la colonia, es parte del sustrato ideológico tras la serie de arquitecturas panópticas que Los Carpinteros han dibujado y construido durante toda su carrera, desde su primera versión, Biblioteca modelo, en 1997. Imaginar estos espacios como contenedores multifuncionales y abiertos al conocimiento y saberes diversos, fue la manera que encontraron los artistas de anular su herencia traumática. La presente exposición busca ampliar este cambio de sentido para transformar una estructura originalmente opresora en un ágora, donde tengan cabida diferentes epistemologías, de forma ‘desjerarquizada, amoral e indisciplinada’. Dicho giro creativo, lleva a reflexionar también en los múltiples edificios de control del pasado (cárceles, espacios de tortura, centros de concentración, manicomios etc.) que hoy en día se han convertido en centros de arte y cultura. El proceso artístico introduce el factor afectivo y sus dinámicas de relación entre artistas, curadores, educadores y el público, se transforman en un ente sanador y reparador que subvierte el uso original de estas ‘arquitecturas de la violencia’, en palabras de Eyal Weizman.
Junto a esta reconversión estructural, Hacia una lectura expandida propone activar el espacio expandiendo el concepto de lectura hacia territorios o, más bien, hacia nuevos y heterogéneos lenguajes, muchas veces desplazados por el pensamiento lógico y racional. El Programa de Mediación, que tendrá lugar al interior de esta Sala de Lectura, propone a los visitantes ser parte de sesiones abiertas en torno a diferentes lenguajes dentro de un campo de conocimiento expandido. Estos encuentros públicos son liderados por grupos de estudio locales que se han organizado en torno a cuatro categorías: texto, cuerpo, espacio y objeto. El grupo de lectura de textos, compuesto por curadores y críticos, se centra en la práctica curatorial poniendo el acento en la investigación teórica del texto escrito. Artistas, performers y dramaturgos forman el grupo de lectura de cuerpos, donde se problematizan las dinámicas y lenguajes de la danza contemporánea tradicional para enunciar nuevas formas de entender el movimiento. La pesquisa en torno al objeto la lideran arquitectos, diseñadores y artistas sonoros que reflexionan sobre la ontología del objeto, con sus propiedades y particularidades. Por último, el grupo de lectura de espacios reúne a varios equipos educativos y mediadores de centros artísticos de Bogotá, quienes examinan el lugar en su totalidad tangible, holística y energética. Atendiendo a estos cuatro tópicos, los grupos de estudio se conforman orgánicamente, en diálogo con las problemáticas de su propio contexto y ensayando otra clase de gobernanzas para tensionar también las jerarquías intrínsecas en todo centro cultural.
Hacia una lectura expandida suma además un valor histórico con particular relevancia para la ciudad de Bogotá. La Biblioteca Nacional de Colombia fue la primera biblioteca pública fundada en el continente Americano en 1776. Junto al proceso educativo que tiene lugar en América Latina durante todo el siglo XX, la proliferación de espacios de lectura podría relacionarse también con la necesidad urgente de crear y potenciar lo que entendemos por espacio público. Efectivamente, el lugar público del civil en Bogotá aún es un sitio de paso: un espacio de tránsito para desplazarse de un punto a otro, lejos de poder ser habitado por todos los ciudadanos sin restricciones, ya sea por razones de seguridad o de urbanismo. Las bibliotecas se convierten entonces en sitios de reunión, en lugares de encuentro para la población civil, que puede hacer uso de ellas de forma práctica -ocupando el espacio y utilizando el material que estas ofrecen- y de forma temporal – consumiendo el tiempo necesario que uno desee.
La exposición que acoge NC-arte, se presenta como un ‘artefacto de experimentación`, que busca dilatar los formatos curatoriales, la función de la práctica artística contemporánea y su mediación pedagógica. La arquitectura panóptica, es decir, el contenedor, es la razón de ser del mismo contenido que requiere ser activado por el público para permitir que la pieza multiplique sus significados y alcance lecturas, sin duda, expandidas. Una serie de acuarelas, que representan modelos panópticos imaginarios, completan la muestra demostrando que la búsqueda de una arquitectura eficaz es otra de las utopías más hermosamente fallidas de la modernidad.
Andrea Pacheco – Claudia Segura
[1] Presidio Modelo. Pablo de la Torriente Brau. Ediciones La Memoria. Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. La Habana, 2000. Pág, 153.