Pasado futurista – Mateo López
Curaduría: María Iovino
Mateo López ha sido un artista de oficio y de método en su proceso creativo. Indiferente a las tendencias, el artista ha afinado una voz enteramente personal que se basa en el conocimiento de los medios en los que se desempeña con destreza: el dibujo, la pintura, la composición geométrica —espacial y objetual— y, más recientemente, diferentes técnicas y oficios, entre las que destaca el tejido. El dominio del material (en los ámbitos físico e intelectivo) soporta el carácter radical y la independencia del artista y también, a las abstracciones que caracterizan a sus propuestas.
En el trabajo de Mateo López no existen puntos de partida teóricos o discursivos, a pesar de la claridad con que se manifiesta su intenso diálogo con la historia del arte y con otros campos de las humanidades. El artista ha desarrollado una comprensión sistémica del mundo a partir de sus observaciones y de sus experimentaciones fundamentalmente. Su mirada, además de abarcadora y compleja, se encuentra en permanente expansión. Cada vez que su proyecto lo requiere, incluye en él nuevas capas de realidad, lo que le implica profundizar en los principios de composición con los que trabaja hasta alcanzar otros dominios.
El entramado de situaciones y de acontecimientos que propone Pasado Futurista expresa, entre otros aspectos, las transformaciones que ha desencadenado en la obra reciente del artista la observación del tejido en resonancia con otros campos de investigación abordados con anterioridad. Entre ellos destacan las lógicas constructivas de los asuntos en su entorno, aún los que pueden tener apariencias insignificantes, y su resonancia con las dinámicas celestes. La comprensión que ha alcanzado Mateo López sobre el tiempo, el espacio y otras cuestiones abstractas se ha nutrido básicamente en concepciones arquitectónicas. De allí su fascinación con el tejido, la técnica que mayor información sintética aporta sobre asuntos estructurales y que atrajo el interés de los astrónomos y de los constructores desde los inicios de la historia humana.
Las posibilidades de variación del entramado llegan a ser infinitas a partir de estrategias geométricas y matemáticas que se comportan de manera similar en lo inmediato y en el cosmos. Con este entendimiento los grandes maestros en la escuela Bauhaus —referencia fundamental en la obra del artista— insistieron en la lógica de la trama como un asunto de elucidación central. La propuesta de Mateo López parte de la comprensión de la realidad como unidad integrada. De esa manera ha revelado cómo emerge lo visible desde lo ínfimo, de manera sencilla y sensible. El artista se ha enfocado en otorgarle una imagen poética a la infinita e indescriptible red orgánica, geométrica y lógica que ocurre en cada cuerpo y en su activa relación con la existencia, lo cual enuncia su visión multicéntrica. El proyecto de Mateo López partió de un punto que se unió con otros para crear líneas que trazaron formas en el plano. El plano ganó voluntad tridimensional y ocupó el espacio de manera creciente y articulada para referirse a la totalidad como unidad compleja.
En ese mismo desempeño el artista ha expresado la innegable y constante mutación de unas formas en otras, aspecto que en la última década requirió de la presencia real del cuerpo humano. En la obra de Mateo López se comprende que es esta armazón admirable la que agencia el movimiento y la recomposición de lo existente de manera radical. El artista hace ver al cuerpo como al escritor que inscribe textos en lo real con sus relacionamientos con el espacio y con el tiempo. Lo hace, con los mismos códigos —también arquitectónicos— que lo definen. Pero cuando el cuerpo se inviste de manera particular en actuaciones rituales, con la autoridad que le confiere ese giro, quiebra la ilusión del tiempo lineal. En un solo gesto el cuerpo abre las puertas a las profundidades míticas y espirituales y así conecta las dimensiones finitas con las infinitas. Allí todos los tiempos son el mismo. El pasado es futurista y, haciendo uso de la forma creada por el filósofo brasilero Ailton Krenak, el futuro es ancestral.
La obra de Mateo López da cuenta del mundo a través del alfabeto formal que el artista ha ido estructurando en su ejercicio creativo mientras ha comprendido a la geometría y a los principios que le dan actividad. El cuerpo es la estructura que descubre de manera concluyente las pautas moduladoras de la forma a cuyo discernimiento se ha dedicado la carrera del artista.
Los variados encuentros entre las proposiciones sintéticas en las que se reconoce el lenguaje del artista son los responsables de que su trabajo sea identificable a pesar de los cambios que incorpora con cada paso creativo. Esta es una constancia de coherencia en el trabajo de Mateo López, que recuerda la conexión que su obra mantiene con el punto del que partió su reflexión y, además, es prueba del notable ejercicio de combinatorias que es capaz de realizar el artista.
Debido a la rica posibilidad combinatoria que tiene el alfabeto para referirse de muchas maneras a la inmensidad, Galileo Galilei reconoció a esta creación humana como la más asombrosa e inteligente entre todas las imaginables. Naturalmente Galileo Galilei pensaba el alfabeto en términos matemáticos y geométricos, sistemas emparentados con el discernimiento estructural y arquitectónico que ha interesado a Mateo López. De él depende la habilidad que tiene el artista para metamorfosear los asuntos que observa y para descubrir en ellos otros mundos. Su competencia para navegar lo integral y lo sistémico lo habilita para visibilizar una realidad dentro de otra y así mismo, lo particular que habita lo universal y la universalidad de lo particular.
Ese mismo entendimiento con el que el artista mide, compone y descompone el mundo que observa, mientras reconoce las variables de sus mecánicas, le ha otorgado herramientas válidas para conversar con las ciencias. El trabajo del artista no ha mostrado entusiasmos o empatías por la tecnología en tanto que su foco está en la comprensión de las sumatorias de cuestiones simples que arman la complejidad en la fisicidad del mundo que habita. En esa labor el artista descifra y ordena múltiples posibilidades rítmicas y armónicas de las que se desprende la natural musicalidad y alegría que hay en su obra.
En el teatrino presente en esta exposición se encuentran los señalamientos acerca del entramado constructivo en los que insiste el artista y la configuración escénica en la que normalmente se piensa sobre la realidad. En tanto que este proyecto reconoce al cuerpo humano en sus interacciones, en la pequeña caja se recomponen constantemente los encuentros entre los elementos ricos en sentido del universo de Mateo López. Si bien la caja escénica está estrechamente relacionada con la idea de centro argumental, los acontecimientos en el teatrino mantienen diálogos diversos y simultáneos con las composiciones que los rodean.
Pasado Futurista descubre una vez más a un compositor de impactante inteligencia, dotado para inspirar la creación de mundos deseables que valoran esencialmente los equilibrios y la multiplicidad. En ellos la misión constructiva se entiende como un juego en el que se agudiza el sentimiento de conexión de unas cosas con las otras. No se puede desconocer entonces la importante carga política presente en el trabajo de Mateo López. No habría manera de aclararlo mejor que recordando las palabras de la crítica española Gloria Moure en su despedida al grandioso artista italiano Giovanni Anselmo: para este artista la condición humana es condición artística porque los individuos no tienen más remedio que redefinir continuamente su entorno revitalizando y cuestionando las condiciones que se hubieran establecido previamente. Por eso poética y política son lo mismo.
Texto curatorial por Maria Iovino