Clarissa Pinkola Estés, psicoanalista junguiana, recurre a la metáfora del “barrer la casa” para explicar cómo los seres humanos deberíamos constantemente deshacernos de aquello que nos nubla, nos ensucia y no nos deja ver con claridad el estado de las cosas. Como el polvo, ciertos sentimientos y emociones, cuando no son debidamente expresados y verbalizados (barridos), nos generan una sensación de incomodidad, de angustia e incluso de estancamiento. Si bien Rivane Neuenschwander nunca cita a Pinkola, en gran parte de su obra es clara la necesidad de trabajar a partir del inconsciente para limpiar la casa y la mente, de manera individual y colectiva. Esta reflexión constante, que usualmente toma la forma de instalaciones u obras de arte en espacios expositivos convencionales, resulta de una serie de acciones, talleres y colaboraciones que son vitales tanto para la artista como para los que acompañan el proceso.
Quarar, que en portugués se refiere al acto de lavar la ropa a la orilla de un río y luego extenderla al sol, es el título de uno de sus proyectos realizado en 2002 en el Museo de Arte Moderno de Bahía, en Salvador (Brasil). Durante un mes, junto con un grupo de adolescentes, en su mayoría mujeres de poblaciones vulnerables de la región, conversaron sobre sus sueños y sus deseos de tener un techo, el confort de una casa y de una cama cómoda. Entonces la artista les propuso dibujar esos anhelos sobre unas sábanas usadas, grabar sus nombres en barras de jabón de coco y luego salir a la playa para, como acto catártico colectivo, enjuagar, fregar y limpiar aquellas imágenes dibujadas. En una palabra: quarar. En esta y en otras obras de Rivane Neuenschwander los conceptos de identidad, memoria colectiva, deseo y esperanza se hacen evidentes. Como bien lo dice la docente y escritora Sabrina Sedlmayer, Neuenschwander tiene “un interés en un tiempo verbal que se llama condicional, es aquel tiempo capaz de sorprenderte o despertar cierta indignación. Pero que posibilita una nueva disposición. Entonces esa noción, que puede ser de incertidumbre o de sorpresa, deja ver ese pasado como una posibilidad de futuro.”[2]
A partir del trabajo con el grupo de jóvenes en Bahía, se evidencia cómo el trabajo colaborativo y de socialización de sus ideas, mediante talleres y conversaciones con diferentes públicos y mediadores, es esencial para llegar al resultado final. Inquiere la idea de romper con las dinámicas del círculo del arte donde es constante percibir un abismo entre el artista y el espectador o el especializado en arte y el no especializado. Cuando el proceso depende de tantas manos (no sólo de artistas o de especialistas) podría hablarse de una escultura social y de una comprensión o recibimiento horizontal de la obra. Algo similar sucede con un proyecto como Parangolé del artista Helio Oiticica, una obra que nace a partir de la samba de Río y de sus dinámicas, para después materializarse en unas formas escultóricas que, por medio del movimiento, el baile y la fotografía, terminan por mimetizar al bailarín con el cuerpo y con el arte mismo. Esa necesidad de alejar el arte de una noción elitista y acercarlo a expresiones culturales incluyentes es crucial para Neuenschwander. Por eso el proceso previo a la formalización de la obra y las activaciones durante la exhibición, cobran cada vez más protagonismo en su trabajo.
Mientras conversaba con los jóvenes de Bahía sobre la identidad, la esperanza y los sueños, Rivane Neuschwander llevaba cerca de una década coleccionando deseos de personas que se cruzaba en cada lugar, en cada viaje, en cada oportunidad que encontraba. En el 2003, presentó por primera vez Eu desejo su desejo, en el Palais de Tokyo (Paris, Francia). Este proyecto parte de las pulseras del Senhor do Bonfim, un amuleto de Salvador de Bahía que, tradicionalmente, las personas se amarraban al cuello o lo colgaban en las puertas y rejillas de las iglesias. Hoy en día es usual que se utilicen como manillas. Son cintas de colores que normalmente llevan impreso el mensaje Lembrança do Senhor do Bonfim da Bahia. Éstas deben atarse con tres nudos y, por cada uno, pedir un deseo. Cuando se deshagan naturalmente los nudos, se cumplirían los deseos. Aunque Neuenschwander retoma esa tradición, para Eu desejo su desejo imprimió en las pulseras los deseos que coleccionó y las acomodó en pequeños huecos sobre las paredes. El resultado era una enorme y colorida red expandida en la sala de exposición. El visitante escribía un deseo sobre un papel blanco y lo dejaba a cambio del que elegía en la pulsera. Deseo: tener un perro, conservar mi independencia, tener el cielo en la tierra, vivir una democracia real, la revolución, que no haya discriminación, tener sexo cinco veces a la semana, tener la fuerza para divorciarme de mi esposo, morir sin remordimientos, volar, que mi padre me llame para saber cómo estoy, tener una familia normal, viajar en el tiempo y el espacio, hacer un portal del tiempo, tener colegio todos los días, vivir al interior de mi libro, no perder nunca la capacidad de deseo, tener un pez, ser un superhéroe, ser tú. Son deseos en movimiento, que vienen de diferentes ciudades e itineran a otras, como el proyecto mismo que, tras su paso por París, se ha exhibido frecuentemente hasta el día de hoy.
Rivane Neuenschwander se pregunta por la naturaleza del deseo desde el psicoanálisis: si es una construcción social o es algo puramente individual, si es contagioso, si viene de la familia, de la infancia. Con Eu desejo su desejo notó que los deseos tienen su lado oscuro ya que, paradójicamente, muchas veces están ligados al miedo. Por ejemplo, en el caso de los sueños del grupo de jóvenes que participó en Quarar, aquello que tanto deseaban, como un hogar o un techo, refleja en realidad un miedo a no tenerlo, el rechazo a esa situación de precariedad. En ese sentido el deseo, la esperanza y el miedo, son emociones complementarias: las unas alimentan las otras. El psicoanálisis se vuelve el medio para entender estos tres conceptos tan íntimos del ser humano y es una práctica terapéutica que suele conducir a la persona hacia la infancia. De ahí que los proyectos más recientes de la artista involucren el miedo en niñas y niños.
¿Cómo narrar y traducir el miedo en imágenes?
Según la artista, en la relación entre la palabra hablada y el dibujo es que se intensifica y se visibiliza la interpretación y el malentendido. En el 2014 el Museo de Arte Moderno de Sao Pablo presentó la retrospectiva mal-entendidos de Neuenschwander, que reunía veinticuatro trabajos de la artista realizados desde 1999 hasta esa fecha. La imagen representativa de la exposición era la de una escultura de un huevo sumergido hasta la mitad en un vaso de vidrio con agua. Con ese gesto sencillo, la imagen se fractura en dos: una parte del huevo aparece en su tamaño normal y la otra mitad, en la parte sumergida, se ve ampliada. Un malentendido puede ser entonces de representación, de percepción o de comunicación. Primeiro amor (2005), otra de sus obras incluidas en esta retrospectiva, fue un proyecto en el que invitaron a los espectadores de la muestra a sentarse una hora con un artista forense, que son los que dibujan a través de descripciones para la policía. En este caso los participantes describían el rostro de su primer amor. En mal-entendidos se veía en la sala blanca una gran retícula con los rostros descritos por los participantes, hechos a lápiz en un marco blanco. La participación del otro en los talleres, en la creación de la obra o interviniendo en el espacio mismo de la exposición, aporta una dimensión de afecto que es fundamental para Neuenschwander. “Afecto” visto como algo que puede tener un efecto sobre la persona, que la afecta de alguna manera, incluyendo el cariño.
A febre, a caixa de costura e o fantasma (2015) es otro ejercicio donde se pasa de la palabra oral al dibujo, de la memoria y traumas individuales a los colectivos. Para ese proyecto Neuenschwander decide traducir las memorias de sus amistades de infancia a imágenes en videos, fotografías y esculturas. El resultado de este proyecto, que parte de recuerdos íntimos, deja un retrato abstracto de una generación determinada en Brasil. Cuando Sabrina Sedlmayer se refiere a esa operación de la artista, de pasar de la palabra al dibujo, dice que “en ese gesto de elegir una imagen, en esa particularidad de la imagen, se desencadenan asociaciones y pensamientos que nos hacen imaginar que el pasado no es algo que ya se fue. Como el Historicismo del siglo XIX, que por el contrario afirmaba que el pasado es algo maleable, que no es neutro, que es vivo y que nuestra concepción del porvenir está absolutamente ligada a ese pasado”[3].
Nise da Silveira (1905-1999), psiquiatra brasileña, estuvo en contra de los tratamientos violentos de su época como el electrochoque o la lobotomía: “Yo soy una persona curiosa del abismo. Aunque tenga consciencia de que el abismo es tan profundo que yo apenas paso los bordes, pensé en utilizar las actividades como medios de expresión de la problemática interna de los pacientes”[4]. Ella es pionera en Brasil de la terapia ocupacional; para conocer el mundo interno de sus pacientes les hacía talleres de pintura, cerámica y grabado de madera. En 1952 fundó el Museo de Imágenes del Inconsciente en Río de Janeiro, un lugar para preservar e investigar los trabajos de los pacientes. Nise da Silveira empleaba el afecto como un agente catalizador y transformador en los pacientes, además promovía una relación horizontal entre el paciente y el terapeuta. Por el interés hacia el psicoanálisis y la crianza de sus propios hijos, Rivane Neuenschwander aborda el tema del afecto y el miedo con las niñas y los niños a través de proyectos lúdicos y bajo la orientación de instituciones educativas. Su acercamiento a la Escola da Serra en Bello Horizonte (Brasil) fue fundamental para entender una educación que se aleja de la tradicional, porque allí se toma el modelo de la escuela pública Escola da Ponte, en Portugal: sin aulas, ni manuales, ni exámenes. Los niños eligen un tema, por ejemplo el dinosaurio, y partir de ahí aprenden historia, geografía, ciencias, arte y matemáticas.
Cuando la artista vivía en Londres, la directora de Educación y Programas Públicos, Sofía Victorino, y la curadora del Programa de familias, Selina Levinson, ambas de la Whitechapel Gallery, la invitaron a presentar un proyecto para su programa anual dedicado a niños. Rivane Neuenschwander presentó The name of the fear / London (2015), que se desarrolló en tres fases diferentes durante un año. La primera eran unos talleres con niños de 7 a 9 años, de diferentes escuelas, con el apoyo de las instituciones educativas y de la artista Laura X Carle. Las artistas narraban sus miedos de infancia y mostraban imágenes relacionadas para abrir un espacio donde los niños se sintieran identificados, donde hablaran de sus propios miedos y de la manera en que los experimentan. Esta vez Neuenschwander coleccionaba los miedos y, como trabajar este tema con niños tenía que hacerse cuidadosamente, el objetivo final del taller era crear una capa protectora de los miedos. Para explicarles el tipo de capas que podrían diseñar, hablaron sobre superhéroes y sobre las capas de los animales para camuflarse. La artista también les compartió cuentos infantiles como Piel de asno de Charles Perrault y Caperucita Roja.
Cada uno debía dibujar su capa, después la hacían con materiales muy sencillos. Al hacer estas capas colectivamente y asumir, de una manera visible, los miedos de los niños, se volvió evidente que un determinado miedo oculta uno mayor, por ejemplo: “Tengo miedo de los aviones, porque tengo miedo a la altura”, “Tengo miedo del fin del mundo, porque así no viviré todas las cosas de la vida”, “Tengo miedo del primer día de colegio, porque tal vez los otros no jueguen conmigo”, “Tengo miedo de bucear, porque si me sumerjo en el mar nadie podrá verme”. Era clave partir de un trabajo de escucha y no de insistencia con los niños, porque cada uno tiene su tiempo para trabajar y expresar sentimientos, que en muchos casos les avergüenzan. Durante los talleres se hizo un fuerte trabajo para naturalizar el miedo, es decir explicar que todos lo sienten y que incluso a veces lo comparten.
Después de los talleres, los dibujos y las capas hechas por los niños pasaban al diseñador de moda Lucas Nascimento, a la estilista Gabriela Yiaxis y a la costurera Elizabete Lobo. Fue un trabajo en conjunto entre ellos, Neuenschwander y sus hijos, quienes modelaban y comentaban el proceso de los diseños. El objetivo era lograr traducir los miedos de los niños, o resignificarlos. Pasar de la palabra a un objeto y del objeto a vestir el miedo. Las capas conservaron los colores, las formas y los elementos que aparecieron en los talleres. Fue un proceso similar al de la traducción de poesía: el traductor se enfrenta a unas figuras literarias tan complejas que, paradójicamente, le permiten darse licencias en la elección de palabras; tiene más libertad e imaginación. En este caso la artista combinó miedos; dejó una capa con el miedo a las abejas y, a la vez, a las películas de terror. Cuando este proceso terminó se realizó una pre inauguración, en la Whitechapel Gallery, con los niños que participaron para que “perfomaran” las capas. De ahí pasaron de la visualización de un sentimiento a la acción, al entendimiento y a la autoidentificación.
Dos años más tarde, y luego de recibir el prestigioso premio Yanghyum de la fundación homónima de Corea del Sur, en el 2017, Rivane Neuenschawnder presentó O nome do medo / Rio de Janeiro. Una versión o reedición de The name of the fear. En este caso trabajó durante quince meses con la Escola de Artes Visuais (EAV) del Parque Lage y la Escola do Olhar del Museo de Arte de Río (MAR). Los talleres se hicieron en 12 sesiones, participaron alrededor de 200 niños entre los 6 y 13 años y tenían el apoyo de cuatro educadores del Museo de Río y de una educadora residente de EAV. Igual que en Londres, la artista buscaba coleccionar miedos, entender sus orígenes desde la articulación entre la palabra y la imagen. Quería descubrir más sobre el mundo creado desde nuestra mirada, al único al que tenemos acceso: el mundo humano. Una vez los niños tradujeron sus miedos a dibujos, la artista trabajó de nuevo con un diseñador de moda, esta vez fue Guto Carvalhoneto. O nome do medo / Rio de Janeiro fue curada por Lisette Lagnado, directora de la EAV.
La relación con el equipo pedagógico del Museo de Río y la Escola de Artes fue más intensa y prolongada que la vez que presentó el proyecto en Londres. Con la ventaja de trabajar en su lengua materna, la artista profundizó en las respuestas de ¿cómo se expresa el miedo? ¿De dónde viene? El miedo aparece con dolores de barriga, con un grito, un apretón de dientes, un impulso incontrolable de correr, un escalofrío, una lágrima. Unos síntomas físicos que indican que algo anda mal. El miedo es una herramienta coercitiva que llega desde un sistema político o un núcleo familiar; también hay miedos irracionales que esconden unos más profundos. Al tener la oportunidad de trabajar más tiempo con los niños, Neuenschwander hiló la relación que hay entre los miedos de infancia, los de adultos, la sociedad en la cotidianidad (si los participantes vienen de un contexto con violencia aguda o de un entorno afortunado), la relación entre la realidad, imaginación y fantasía.
Alegoría del miedo / Bogotá (2018) es la versión más reciente de este proyecto. Neuenschwander y Claudia Segura, directora y curadora de NC-arte, trabajaron con cuatro colegios de Bogotá (Colombia). Esta vez el miedo, además de los dibujos, se desplegó espacial y sonoramente. Cuando el espectador recorre la muestra se sumerge en los miedos de los niños que participaron. Ya no es un trabajo con las capas protectoras, sino que, por el contrario, se está expuesto al miedo. La artista invita a un recorrido laberíntico y estrecho que diseñó el arquitecto Álvaro Razuk, mientras que unos sonidos metálicos y disonantes acompañan unas proyecciones con dibujos infantiles de monstruos y palabras como “persecuciones”, “muerte”, “espíritus”, “alien”, “fin del mundo”, “falta de oxígeno”, “huracán”, “fantasmas”, “clóset”, “separación”. Es un espacio interactivo; los visitantes eligen acetatos con las palabras, imágenes y los colores que quieren proyectar en las paredes, en otras palabras, eligen qué miedo proyectar. Rivane Neuenschwander pasa a otro nivel en sus investigaciones del psicoanálisis, ahora no sólo dibuja los miedos, sino que afecta al visitante al transportarlo a un espacio que lo refleja. Es como si recreara la psiquis de los niños o una psiquis colectiva.
En esta muestra la dimensión de afecto se potencializa, porque no hay que esperar a una activación con pedagogos, con la artista o con el equipo de NC-arte. El visitante se sumerge de una vez en los miedos, los recorre, los escucha e incluso les pone nombre, colores e imágenes. Es como entrar a esta noción de la casa física como reflejo de la psiquis, de la mente, como Quasimodo, el personaje principal de Nuestra Señora de París de Víctor Hugo, un jorobado que no podía salir de la catedral de Notre Dame: su vida, su hogar, su cuerpo, su universo, él mismo ya era la catedral; entrar a ese lugar era como entrar a su mente. O como la obra de Louise Bourgeois, Femme Maison: la silueta de una mujer desnuda que, en vez de torso y cabeza, tiene una casa dibujada. La arquitectura era una herramienta simbólica de Bourgeois para expresar sus sentimientos, ahí vio lugares de refugio que a la vez podían ser trampas. El trabajo de Rivane Neuenschwander está en esos terrenos del psicoanálisis, de la relación entre la mente y el espacio. Su obra tiene ese carácter de la presencia de la ausencia y de la ausencia de la presencia.
Pinkola sostiene que en la psiquis de un solo ser humano habitan otros seres. Están los protectores, los sabios, los magos, los brujos, los niños, los monstruos y todos han aparecido, aparecen y aparecerán bajo diferentes formas. El asunto es aprender a reconocerlos y reflexionar sobre ellos. A veces el miedo, por ejemplo, si se entiende como el monstruo, y se aprende de dónde viene y por qué viene, puede ser una gran herramienta para los acontecimientos de la vida. Uno de los niños que participó en O nome do medo / Rio de Janeiro contó que “cuando tenía tres años le tenía miedo a las boronas de las galletas. Un día tuve una pesadilla porque comí una galleta y todas las migajas estaban en mi cama. Pensé que un monstruo vendría y que, accidentalmente, también me comería. ¡Mi miedo estaba conectado a los monstruos! Y ahora me siento mejor y más fuerte por la idea de que una capa me puede proteger. También me siento feliz de reconocer mi capa en la exposición”[5].
Si retomamos la idea inicial, la obra de Neuenschwander es un esfuerzo constante por desempolvar la casa explorando la memoria, la esperanza, el deseo o el miedo desde lo colectivo y lo personal. Prioriza el proceso y sus talleres para enseñar y aprender a limpiar la mente, para quarar. En ese sentido, el niño que le temía a las boronas logró barrer su casa, resignificó y entendió su miedo. Y es que la artista está abierta a que un proyecto tome su propio rumbo, el contexto y los participantes del proceso la lanzan hacia lugares imprevisibles. De hecho en esa colección de deseos o de miedos que enlista, expresa, dibuja, materializa, viste y recorre, está aplicando las terapias ocupacionales de Nise da Silveira. El grueso de su obra es una casa que está por barrer pero que, poco a poco, gracias a los talleres y actividades, van desempolvándose sus rincones. Se encuentra con los seres que la habitan, los verbaliza, les da forma, les da la bienvenida. Rivane Neuenschawnder es artista, pedagoga, terapeuta, paciente y niña a la vez. Como diría Louise Bourgeois, “El arte es una garantía de cordura”.
Julia Roldán
[1] La poética del espacio, Gaston Bachelard.
[2] Conferencia de Sabrina Sedlmayer, en el Museo de Arte de Sao Pablo. 11 de noviembre 2017.
[3] Conferencia de Sabrina Sedlmayer, en el Museo de Arte de Sao Pablo. 11 de noviembre 2017.
[4] Entrevista a Nise da Silveira por Leon Hirszman. 15 y 19 de abril de 1986.
[5] O nome do medo / Rio de Janeiro – Rivane Neuenschwander. Catálogo.