Lampo, un proyecto de Jorge Macchi
Curaduría: María Iovino
“Me interesan esas cosas que de ser tan visibles han pasado a ser invisibles”
Jorge Macchi
No es tarea fácil acercar al espectador a través de las palabras a una obra que se estructura con imágenes muy sencillas y leves, que llegan sin rodeos a los sentidos para despertarlos y hacerles comprender el mundo en muchos órdenes. Todo en un solo tiempo.
El proyecto creativo de Jorge Macchi puede ser el equivalente poético de la ecuación de la teoría del todo. En él se puede descubrir un universo en su gran complejidad a través de una metáfora breve, pero capaz de revelar el acontecer infinito. Macchi es creador de una síntesis visual que se reconoce con su propio nombre, en la que se advierte una sensibilidad profunda hacia los grandes cuestionamientos de la existencia, tamizados por la historia del arte, y ésta, apreciada en un contenido importante, a través del valioso capital cultural argentino.
No es posible disociar el trabajo de este artista de la herencia de colosos como Jorge Luis Borges, Xul Solar o Víctor Grippo, entre muchos otros. De igual manera, en este trabajo es claro que se ha asimilado mucho del ejercicio de los poetas y del de los músicos, de la lección del cine, la del teatro y la de la fotografía, como del patrimonio clásico y del vanguardista de muy diversas tendencias. Hay muchas rutas de entrada para esta obra, entre las que también se pueden enumerar por supuesto, las políticas y las científicas. No obstante, en el trabajo de Macchi no hay apoyo en retórica o en texto alguno. Todas las propuestas del artista parten de la comprensión de imágenes para generar imágenes y, en lo fundamental, éstas surgen del desatendido e inadvertido mundo de la cotidianeidad y de las rutinas.
En esa medida, son variados los escenarios desde los que se pronuncia el artista y también abundantes los giros y cambios que ofrece a su trabajo mientras amplía su espectro de visión, sin dejar de ser él mismo. Se puede estudiar a Macchi desde su relación con el dibujo; con la música; con la ciudad; con la pintura; con los pequeños gestos; con la escritura; con el tiempo; con el espacio; con la cartografía; con la transparencia; con la conformación de nuevos paradigmas y por lo mismo, con la resignificación de muchos lenguajes; con el cine; con la poesía; con la literatura; con el video; con la instalación o con la escultura. Esto, sin que el artista pierda el rasgo común de la despojada ternura de su expresión, mientras es profundamente sabio y complejo en sus señalamientos.
En el proyecto de Macchi hay un encuentro maestro entre la dulzura y la implacable revelación de la verdad, lo que muy probablemente se debe a que a lo largo de su trayectoria el foco rector de su atención ha sido la luz en su doble posibilidad material e inmaterial. Esa insistencia, que se relaciona con la extraordinaria dimensión que el artista hace surgir de cada punto al que dirige su atención, se reconoce en su obra antes que cualquier temática en que ésta se quisiera ordenar. Exactamente por ese motivo la luz es la reflexión que guía esta muestra.
La luz es la gran cuestión. Es el fenómeno del que todo surge y en tanto, en el que todo se explica. Todo se trata de la luz, pero se hace patente en realidad en los momentos históricos en que comienza a agotarse una interpretación del universo. En esas circunstancias el arte y la ciencia se concentran en abordar una comprensión más abarcadora de la luz, aunque primero procede el arte. Es natural que así sea porque el arte trabaja con la elucidación del mundo físico, con los factores que lo constituyen, en relación con la materia que modula y, en esa vía, está en capacidad de comprender de forma pionera lo que se queda atrás. Sobre esa comprensión, el arte prosigue a romper fronteras ideológicas mientras señala, de manera sensible, horizontes de mayor amplitud.
Es cierto que después de que se enuncia y comprueba una ecuación que redefine a la realidad en términos científicos la producción creativa cambia radicalmente, pero antes de que las nuevas ecuaciones surjan, por lo general se ha operado de manera sutil un cambio en la apreciación del mundo a través de las proposiciones y concreciones poéticas.
Los ejemplos abundan en la historia. Antes de que Isaac Newton enunciara un tiempo absoluto los grandes del Renacimiento desarrollaron avances de comprensión del centro a través del hallazgo de la perspectiva; antes de que Albert Einstein formulara la teoría de la relatividad, John Constable, William Turner y los impresionistas habían disuelto el tiempo y el espacio; antes de que un grupo de físicos trabajara en los desarrollos cuánticos Leonardo da Vinci había notado que el espectador participa de manera crucial en la configuración de la realidad y había encontrado y descrito el comportamiento interdependiente de los sistemas que hacen el movimiento de la vida. Es decir, cinco siglos atrás Leonardo da Vinci ya había anticipado, según lo explica Fritjof Capra, la teoría de sistemas.
También, en relación con la amplitud de dimensiones en la que se explican las teorías cuánticas, ya en el siglo XIX el matemático y escritor Edwin Abbott había escrito la novela Flatland, en la que le ofreció una imagen al comportamiento de la multidimensionalidad, mientras ilustró los graves problemas que ocasiona el limitarse al entendimiento restricto de las dimensiones más básicas. En forma lúdica, Lewis Carroll, en el mismo período, había explicado las mismas posibilidades a las que se refiere Abbott en Alicia en el país de las maravillas y en Alicia a través del espejo; en sintonía, William Blake había expresado la totalidad en una obra entrelazada entre la pintura y la poesía, en la que también había insistido en el valor que juega el espíritu en el tránsito de unas formas hacia otras.
En la actualidad, Macchi se puede estudiar entre los artistas que han vuelto a enfocar sus intereses en la significación de la luz, a fin de comprender y expresar otros alcances de la realidad en un momento en que ello se precisa con urgencia. El mundo físico se está redefiniendo con mayor radicalidad ahora que cuando se enunció la relatividad y esto, por supuesto, ocasionará un cambio en todos los territorios del conocimiento y en las convenciones de interacción humana. Lo físico es la base sobre la cual todo se estructura y en ese sentido, si este plano se redefine los demás por fuerza tienen que seguir el mismo movimiento.
La imagen tiene un poder fundamental en la sensibilización y apertura hacia concepciones novedosas y, en consonancia con esa guía de la que se requiere, han surgido alrededor del planeta, por fuera de los discursos, obras poderosas, que de distintas maneras contribuyen a quebrar barreras y a vislumbrar otros órdenes en el mundo. Entre esos referentes de cambio, se incluyen artistas como James Turrell, Olafur Eliasson o Robert Irwin por ejemplo. Estos creadores trabajan nociones de luz y gravedad que alteran la sensación que hasta el momento se ha tenido sobre las mismas. Al igual que Macchi, de distintas maneras, esos artistas hacen ver que la clave que nos relaciona con la imagen y con la información que en ella converge es la percepción. Esto es lo mismo que decir que cualquier definición de realidad depende de los alcances y desarrollo de la percepción, cuestión en la cual se comprenden situaciones de toda índole (físicas, artísticas, históricas, políticas, sociales, etc).
Visto así, las lecturas que segmentan interpretaciones para el arte que dialoga con la ciencia, con la política, con la naturaleza o con la tecnología o bien desperdician o bien desatienden un amplio espectro de las consideraciones que otorgan valor artístico a una propuesta. La auténtica creación artística lo incluye todo. Una mirada capaz no puede dejar de descubrir la interacción e interdependencia de los diversos sistemas en la existencia. Lo que se nombra como realidad es un engranaje de tan alta complejidad que resulta imposible de esclarecer o de describir en forma abarcadora o suficiente en un examen objetivo. El arte, por el contrario, desde el territorio de lo sensible, tiene el poder de conectarnos con la infinitud y con el múltiple relacionamiento del mundo que nos circunda y del que somos parte, como con su constante y acelerada mutación. El propio lenguaje en el que se expresa el arte constituye de por sí un encuentro vasto y casi innombrable de logros y de dominios del entendimiento humano. Si se pudiera llegar a discriminar lo que en términos de materialización alcanza a comprender y a enunciar una creación artística habría que empezar quizás por reconocer asuntos como el nada despreciable desarrollo de ciencia que encierra la construcción y dominio de un instrumento tan simple, fundamental y olvidado como un lápiz. El solo hecho de poder controlar una herramienta tan básica como ésta, para trazar una forma convincente sobre una superficie plana, implica una capacidad de abstracción enorme, al igual que un gran conocimiento de la luz en muchos sentidos.
Antes de que algo se pueda enunciar como naturaleza, color, forma o especulación hay luz y es de su observación inteligente que nace cualquier proposición. La luz encierra lo que hay por conocer y del ejercicio de su discernimiento nace la capacidad creativa consistente.
Quizás por lo mismo, en toda la obra de Macchi surge la pregunta cómo y desde qué lugar se logra ver, qué giros pequeños de la imagen más común son los que hacen ver, y cómo ellos constituyen algo en un instante de iluminación.
A ello se refiere el nombre de esta muestra. Lampo es un sinónimo en desuso de resplandor, como el de un relámpago. Un lampo es un rayo que ilumina un segmento del mundo de manera repentina y fugaz, pero a pesar de ello, con cierta permanencia en el tiempo y en el espacio, lo que de paso intensifica como sombra aquello que queda por fuera del favorecimiento del territorio que se esclarece.
La reflexión de Macchi en esta exposición entonces apunta en dos direcciones: la luz como tiempo y la luz como resplandor que visibiliza o como sombra que obliga a un esfuerzo de enfoque y percepción distinto. De cualquier manera, cada factor anuncia un mundo efímero e inasible.
Guiado por la representación de la Gloria a través de la historia del arte el artista ha meditado acerca del centro gravitacional que constituye una fuente de luz poderosa, como en la resonancia que esto produce en términos de tiempo y de espacio. El lugar a donde no llegan los efectos de esos rayos se demarca como sombra, pero no podría afirmarse por ello que ese espacio carece de luz. Todo está hecho de luz y la sombra pasa sobre ella, de manera también temporal e inmaterial. Si se comprende de esta forma, la sombra se revela como la luz que aún no se conoce, la que aún no se ha desvelado y entretanto, la que se mitifica por ignorancia, inclusive, como algo tenebroso.
Para enfrentar el mito que se construye en la desconfianza por lo desconocido o por lo que queda oculto en territorios de sombra, en la cultura Kogui, en el norte de Colombia, cuando se detecta a un recién nacido como a un potencial chamán, se le traslada inmediatamente a un lugar oscuro, en el que transcurre los primeros 9 años de su vida. En este tiempo lo asisten, tutelan y educan exclusivamente los chamanes mayores. Cumplido el término, el niño sale a enfrentarse por primera vez a la luz del día y empieza así su entrenamiento en otra perspectiva de aproximación a la realidad. Comenzó por la más exigente sin saberlo y sin estigmatizar, por lo mismo, su dificultad.
De esta manera se amplía poderosamente el espectro de visión del joven chamán, lo que lo prepara para ser un líder capaz de guiar a una comunidad sin prevenciones, como para observar y comprender lo que aún no se ha alumbrado o esclarecido.
Lo que se ilumina, como lo hace ver Homesick home, es sólo el segmento que logra enfocarse dentro de un panorama vasto. Fuera de ese foco, lo demás permanece inédito y sin la forma que podría otorgarle una mirada que lo elucide e interprete.
En la misma situación nos encontramos en el universo en el que habitamos, en el que un porcentaje importante de cuanto existe ha resultado ser materia y energía oscura que se precisa observar e investigar.
María A Iovino