Marzo 14 a Mayo 9 de 2015

Cómo lavar la loza coherentemente, un proyecto de Iván Argote

Curaduría: Santiago Rueda

En esta muestra los objetos no se develan a primera vista, se vuelven soportes para proponer nuevas capas de historia:

  1. Una especie de arco roto, un posible trozo o pedazo de templo o ruina de la arquitectura de la década de 1980 se presenta junto a otros vestigios de lo que pudo ser una arquitectura urbana, incluso sagrada.
  2. Una proyección de diapositivas devela una trama inconclusa, constituida de anécdotas y experiencias personales.
  3. Collages, en los que planos, frases e imágenes se superponen físicamente. Una imagen filtra otra y frases y referencias dejan ver más allá, sin tampoco ofrecer soluciones, sino más bien una trama de ideas, archivos, preguntas y posicionamientos.
  4. La fotografía, dispersa en el recorrido de la exposición en diversos soportes, podría ser la clave para encontrar el significado, y la veracidad de la historia relatada.

Se mezclan así supuestas historias sobre el desarrollo de las películas Kodak y sus filiaciones y taras ideológicas, fragmentos de la historia política colombiana atados a recuerdos de la vida personal del artista –o de cualquiera de nosotros-, preguntas y consignas, retratos, cartas de color, diseños geométricos, distracciones, colores, planos y superficies.

Durante la guerra fria, Kodak empezó a detectar que sus películas Kodachrome al envejecer, se tornaban rojizas. La empresa, preocupada por las implicaciones políticas –el rojo se asociaba al comunismo y podría costarle señalamientos a la compañía– decidió desarrollar las películas Ektachrome, que al envejecer se tornaban azulosas.

Iván Argote llega a esta historia por medio de una investigación azarosa que pasa por proyectos desarrollados en los últimos 5 años. Argote propone la memoria como el conjunto de fragmentos definidos por el espacio-tiempo,  jugando con ese principio para generar preguntas sobre nuestra relación con la historia, con las ideas y las ideologías, un método que el artista enuncia como “ficciones-documentales”.

Santiago Rueda

Más información

Por Santiago Rueda

En poco menos de una década, Iván Argote ha desarrollado una experiencia amplia en medios diversos: video, performance, fotografía, escultura, collages e instalación. Desde sus primeras obras, videos y acciones hechas en espacios públicos y museos, hasta sus más recientes films e instalaciones, el trabajo de Argote se construye como una reflexión y una pregunta sobre las relaciones que tenemos como individuos sensibles (nuestra construcción de subjetividad), con la ciudad, con los otros, con la historia, con la política y con el conocimiento en sí.

El humor y un cierto espíritu contestatario (sin duda adquirido por una tradición familiar de militancia) aparecen recurrentemente en sus obras, al mismo tiempo que referencias a la historia del arte y del cine. Argote incorpora contextos, investigaciones y actos arbitrarios dentro de las narrativas que desarrolla, tratando de crear tensiones entre presente y pasado, entre imágenes y objetos, jugando a su vez con el espacio y la temporalidad de sus obras.

Iván Argote nació y creció en Bogotá, a los 22 años se instaló en París, en donde estudió en la Escuela de Bellas Artes (ENSBA). En esa ciudad comenzó su carrera artística y ha sido su lugar de base desde entonces, a pesar de haber vivido también en Berlín, Nueva York, Los Ángeles, Barcelona y Múnich por periodos prolongados. La relación con Colombia es especial dentro de su trabajo, pues continuamente se encuentran referencias a la historia política del país, a la música y la literatura, que no se centran en análisis puramente sobre Colombia, sino que se construyen en paralelo con referencias históricas de otros países y lugares (España, Francia, Estados Unidos, Reino Unido y Rusia).

En Cómo lavar la loza correctamente, el artista combina dentro de un espacio pintado de suelo a techo con degradés de tonos violetas, tres esculturas en concreto con formas seudoarquitecturales con escritos y marcas de pintura, un gran collage construido con imágenes de archivo (años setenta) que vienen de libros sobre fotografía, afiches de propaganda e imágenes de prensa provenientes de Rusia, Ucrania, Colombia y Estados Unidos, y finalmente una proyección de diapositivas que en 80 textos nos va contando una historia sobre los cambios de revelados en la compañía Kodak, por supuestas razones ideológicas.

Aquí el espacio se propone como un relato fragmentado, en donde colores, objetos, imágenes, archivos, materiales y textos construyen una narración que nos habla de los filtros históricos, políticos y técnicos detrás de las imágenes de archivo y de nuestros propios recuerdos. Una fotografía familiar, puesta sobre una de las esculturas de concreto, es de hecho la clave, inicio y fin de todo el relato propuesto en la exposición.

*

Santiago Rueda: De Reddish blue a Cómo lavar la loza coherentemente parece haber un largo camino en la redefinición de la exposición, aunque en apariencia tengamos una estructura similar, casi idéntica. Empecemos por el nuevo título. ¿Cómo se lava la loza coherentemente?

Iván Argote: Cómo lavar la loza coherentemente parte del proyecto (y exposición precedente) Reddish Blue, para generar nuevos contenidos y formas. Es un sistema puesto en marcha, en Reddish Blue expuse por primera vez el sistema, en Cómo lavar la loza coherentemente la idea es la de poner en marcha este sistema de investigación-especulación, esta vez con un anclaje y una referenciación fuerte con respecto al contexto colombiano. Reddish Blue no hablaba de Bélgica, por ejemplo, en cambio esta nueva exposición recoge, cita y habla de Colombia, a través de imágenes, de mensajes un poco subliminales que vienen del contexto político de los años setenta, a través de expresiones idiomáticas, de dichos y de frases. El título viene de un comentario, precisamente sobre la generación de jóvenes que en esa década soñaban con generar una revolución social en Colombia, y que aplicaban con tal vehemencia su ideología a cada aspecto de su vida que hasta la loza la lavaban con coherencia política.

S.R.: La muestra se estructura como una narrativa de piezas, objetos, imágenes y textos que van enlazándose sin llevarnos a un objetivo o un fin definitivo. Parece existir cierta ironía frente a la historia, ya sea esta política, personal o fotográfica. ¿Cómo definir entonces la temperatura emocional de la muestra? ¿Qué importancia tiene el contenido personal explícito en ella?

I.A.: Yo no hablaría de ironía, creo que no ironizaría sobre temas que me son tan cercanos. Al contrario, si me permito cierta ‘candidez’ en el tratamiento de los textos, formas e imágenes, es precisamente más por una familiaridad con el tema, y familiaridad de tono que me interesa. No le creo a la idea de dar lecciones, ni a crear un discurso ‘bien pensante’ que portaría cierta autoridad ética y/o moral; trato de ubicarme afuera de ese sistema de pensamiento que me parece jerárquico, clasista y colonial.

Me interesa generar más un tono de conversación, donde no hay una verdad afirmada ni una luz que seguir, sino comentarios, informaciones, anécdotas, statements poéticos, políticos, humorísticos, sentimentales que en conjunción generen algo cercano a la manera como el pensamiento y las ideas se desarrollan cuando se habla y comparte con los otros. Sabes, cuando tienes una conversación (una buena conversación), prolongada, en uno de esos días que compartes varios momentos con alguien, que caminas, visitas algo, comes… hablas de cosas que te preocupan de la actualidad, de referencias personales, históricas, familiares, te pones triste, te pones contento, tomas algo… en medio de la conversación y del intercambio, del tono y de tus estados de ánimo, se van generando construcciones de pensamiento e incluso nuevas perspectivas sobre temas, conclusiones y preguntas. Pues es esa situación de pensamiento la que me interesa, generativa y reactiva.

S.R.: Es tu segunda exposición individual en Colombia después de varios años residiendo fuera. ¿Cómo ha sido este retorno? ¿Cómo has experimentado estar de vuelta y vivir y trabajar, así sea unos pocos días, en Bogotá? ¿Qué expectativa tenías frente a lo que fuera a suceder?

I.A.: Muy contento con toda la experiencia, trabajar en Bogotá me encanta, y el equipo que conformamos fue genial, trabajamos mucho, intensamente, y siempre con buena energía, eso fue lindo. Trabajé en el taller de Claudia con algunas personas de su equipo, muy profesionales en el trabajo con el metal, y con un par de ayudantes de mi lado, dos expertos en construcción que han trabajado haciendo arreglos en casa de mis padres. La combinación fue perfecta, pues para las esculturas se necesita saber trabajar bien el cemento y el acero, dos materiales con los que llevo experimentando varios años en mi propio taller, junto con mis dos asistentes, Cyril Gouyette y Paul Gounon, con quienes vamos aprendiendo y experimentando con cada proyecto. Siento que me hacía falta tener una experiencia así en Bogotá, no he dejado de venir desde que me fui, pero he permanecido de mi lado, haciendo mis proyectos un poco aparte del contexto del arte de la ciudad, rodando películas en otras regiones. Tener una experiencia de taller intensa en Bogotá fue gratificante, y me dan ganas de repetirla. Además, la puesta en contexto fue muy enriquecedora también porque conocí a muchas personas interesantes.

En cuanto a expectativas… creo que tenía una mezcla de timidez y ganas, siempre con la curiosidad de ver la reacción de la gente.

S.R.: En estos momentos se vive un cierto clima de optimismo frente a lo que está sucediendo en el país; para ser más específicos, frente al proceso de paz que se desarrolla en La Habana. Cómo lavar la loza coherentemente está cruzada directa e indirectamente por la política, la guerra —de la cual el conflicto colombiano parecería un remanente—. Cabe esperar en esta muestra alguna opinión personal tuya sobre lo que pasa en Colombia. ¿Te interesa? ¿Es relevante?

I.A.: Me interesa, sí… creo que firmar la paz sería la mejor oportunidad histórica que hemos tenido, para que todos comprendamos que es el momento de que se hagan reformas de base más igualitarias. La guerrilla ha sido durante muchos años, además de un mal en sí por su acción arcaico-mafiosa, un comodín que ha usado cierta clase política para desviar la atención sobre problemas estructurales de repartición de riqueza en el país. Sin guerrilla creo que todo el mundo ganará en confianza, y tal vez se dé un clima para que empecemos a tocar temas de fondo, como una verdadera reforma agraria más igualitaria, como regular los negocios de minería, en donde no solamente el Estado cede grandes márgenes de ganancia, sino que también cierra los ojos ante catástrofes ecológicas, por ejemplo.

Creo que la exposición habla de política global y local, y habla de cómo ha sido manipulada nuestra subjetividad, por decisiones ideológicas desde centros de poder como la industria y el Estado. Creo que más que mostrar una opinión personal, propone preguntas sobre este tema, lanzando también comentarios y preguntas sobre el origen de la guerra actual en Colombia y sobre una cierta idiosincrasia colonial del país.

S.R.: Volviendo a la muestra, que trata sobre la memoria, el pasado, la fragmentación ideológica como temas, empleas una fotografía familiar para precisamente situarnos en ese terreno. ¿Continúa siendo la fotografía uno de los mecanismos que activan más fuertemente la memoria?

I.A.: La exposición parte de una fotografía, y habla de la fotografía como archivo, guion, excusa y soporte discursivo. No solo habla de la imagen fotográfica, sino de la técnica que genera imágenes como posible filtro discursivo, es decir, que la manera como se ha pensado el procesamiento de las imágenes, lleva en sí cargas ideológicas, lo que de cierta forma modifica también nuestra percepción hacia el entender y sentir la imagen.

La fotografía es mi punto de entrada y el ‘campo lexical’ del proyecto, luego no siento que la fotografía sea por excelencia un mecanismo de memoria, lo es también la imagen en términos más globales, el lenguaje (lo que se habla, cómo se habla), la arquitectura, el urbanismo, el mobiliario, el vestir…

S.R.: Las piezas tridimensionales se mueven entre la ruina arqueológica y la ruina posmoderna. Su volumen masivo y su crudeza extrañamente llevan a pensar en los museos arqueológicos y en la escultura abstracta informalista de mitad del siglo XX, a la vez que en el edifico de NC-arte parecerían partes del edifico que se han desprendido —de hecho durante el montaje de la exposición se sintió un fuerte temblor de tierra en Colombia y en Bogotá—. Estas piezas no pueden dejarse de ver en su dimensión irónica, pero llama la atención que teniendo otros posibles mecanismos hayas querido fabricar estas moles.

No solo me interesa conocer las razones para , sino también saber cómo se realizó el proceso de fabricación en Bogotá. ¿Partiste de un modelo ya preparado? ¿Son piezas que surgieron del contacto con el taller, los operarios, el material, la ciudad?

I.A.: Desde 2012, este tipo de volúmenes aparecieron en mi trabajo; comenzaron siendo elementos dentro de un film llamado La estrategia, en el cual un grupo de personas desplazaba este tipo de muros con escritos por la ciudad… Bogotá, por cierto. Del film pasó a instalaciones, en donde esta idea de extracción y desplazamiento de una palabra escrita sobre un muro me parecía dar un peso a lo dicho, y hablaba también de una arquitectura ficcional puesta en ruinas. Poco a poco estos muros, estos pedazos de fachada, de piso, de pared, de andén, de una arquitectura imaginada, se volvieron soporte no solo para citar, sino para formular preguntas, posicionamientos y visiones sobre el contexto y sobre los temas que trato en los proyectos.

Me interesa pensarlos también como ‘la hoja en blanco’, como superficie de trabajo, para cuestionar la supuesta neutralidad de ‘la hoja en blanco’ como objeto y como idea (el papel como objeto industrial, que tiene una historia no insignificante, y la hoja en blanco como idea de comienzo… el ‘blanco’ mismo de la hoja me parece cuestionable).

Las bases de acero entraron en ese proceso un poco después, preguntándome también por la manera de exhibir las esculturas, y son especulaciones acerca de este motivo. El proceso de construcción tiene varios momentos, parte de un esquema aproximativo que, poco a poco, se va ‘concretizando’. Al mismo tiempo, las piezas y las bases toman forma, esta vez hice unos planos de construcción. No siempre es así, a veces, voy decidiendo más sobre el momento, pero en este caso como empezamos un poco antes de que llegara a Bogotá, pues lo mejor era trabajar con planos. La textura y terminados los fuimos decidiendo a medida que avanzábamos, con mucho “a ver qué pasa” dentro. Tomando apuntes, escribiendo y parando oreja, a ver qué dice la ciudad, la gente alrededor… digamos que son estructuras muy permeables.