Marzo 14 – Diciembre 19 de 2020

ÁMBAR, Osvaldo González

Curaduría: Niurma Pérez

El proyecto que Osvaldo González ha desarrollado para NC-arte es uno de sus ejercicios más ambiciosos de intervención de espacios interiores. El interés por representarlos o intervenirlos, haciendo uso casi exclusivo de materiales como cinta adhesiva y luces, ha sido una constante en su obra desde su graduación en el Instituto Superior de Arte de La Habana en el año 2006.

En el proceso de trabajo, estos son espacios con los que el artista va estableciendo una relación afectiva, por lo que todo boceto o idea inicial termina asumiendo transformaciones. La obra es concebida para un escenario arquitectónico por su forma, no por su connotación. A partir de acciones simples como empaquetar o embalar, el artista intenta sacar el máximo de provecho utilizando los elementos que este le brinda.

A Osvaldo González le interesa la concepción espacial, sus accidentes, el modo habitual en que se articula el tránsito, las escaleras, los ventanales, las entradas de luces, todo cuanto le sirva para re-crear un nuevo entorno. Con esta operación, el pasado queda atrapado en una cápsula de tiempo que solo encuentra escapatoria en la memoria visual.

En esta ocasión, bajo el título de «Ámbar», Osvaldo González propone un site specific que transforma el área interior de la institución y genera una experiencia sensorial a escala arquitectónica que valida otra de sus obsesiones: lograr una sensación con un material. Al entrar al recinto, tal parece que la resina del material ambarino se torna líquida y se derrama, se expande hacia los lados, se congela y se eleva a las alturas.

A partir de la unión de varios puntos, y con el efecto traslúcido de la cinta adhesiva, el nuevo entramado de circulación conduce, a nivel visual, a la noción del estar “dentro” o “afuera”, a la posibilidad de quedar atrapados en un instante de realidad. El simbolismo con la piedra incluye también las propiedades curativas que le han sido atribuidas, así como la relación con la historia familiar y personal del artista (el nombre de su hija).

Como si empaquetara a gran escala, el artista recorre largas distancias con el material de embalaje y hace desaparecer columnas y accesos comunes, plantea nuevos y únicos recorridos, modifica el trayecto de las escaleras, unifica los dos pisos. La construcción de esa nueva lógica interna del espacio se traduce en crear límites y en esa otra alternativa de circulación ofrece una agradable sensación de extrañamiento. Con esta acción, rompe con una práctica repetitiva habitual, impone retos de adaptación, y modifica nuestros criterios sobre la verdad y el conocimiento de lo que nos rodea.

Las piezas de la serie Memorias robadas, fueron creadas específicamente para esta muestra y completan la noción del espacio que explora la obra del artista. Si bien en series anteriores, como en Espacios de memoria, las imágenes provenían de su entorno personal o profesional, ahora busca conexiones con el escenario doméstico colombiano a partir de referentes visuales que encuentra en internet. La aparente frivolidad que puede significar este acto de trabajo con las redes queda a un lado cuando procesa la escena y la interpreta, selecciona el ángulo preciso como si fuera un lente fotográfico y descubre las entradas de luces que nos permiten recorrer el interior.

Las imágenes se construyen con cinta adhesiva sobre plexiglás, auxiliándose de luces. Se desarrolla aquí otra búsqueda de soluciones expresivas del material trash. Lo que interesa es la superposición de múltiples capas que provocan los contrastes de luces y sombras; los efectos de la grieta y el aire atrapados.

La obra La clase de Daniel, de la serie Memorias fragmentadas, explora la noción de la memoria visual y el recuerdo. La imagen, de proporciones mayores, se descompone en nueve secciones, de modo tal que cada una por sí sola no revele ninguna idea precisa.

En su trabajo con las instalaciones, como parte del proceso de indagación y experimentación, una fina película de resina ha sido incluida en las obras de los últimos dos años. El resultado visual enriquece la pieza al enrarecerla y hacerla más compacta, mientras la imagen encapsulada acentúa la idea de atrapar una realidad tangible, un instante de tiempo.

La Habana, marzo de 2020
Niurma Pérez Zerpas

Más información

Osvaldo González (Camagüey, Cuba, 1982)

Se graduó del Instituto Superior de Arte de La Habana en el año 2006. Actualmente vive y trabaja en La Habana.

Entre sus principales exposiciones personales se encuentran: El principio de todo (2019, Galería Servando, Habana); Autofagia (2016, Galería Servando, Habana); Como es lo que es (2014, Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, Habana); Una escena doméstica (Galería 23 y 12, 11na Bienal de La Habana); Temas Aislados (2010, Galería Luz y Suárez del Villar, Madrid); Kunta (2009, Galería Guayasamín, Habana).

Su obra ha formado parte de las siguientes exposiciones colectivas: Umbrales (2019, Galleria Continua, Habana); Art of Treasure Hunt (Toscana, varias sedes, 2019); Ola Cuba (2018, Gare de Saint Sauveur, Lille); Diamante en bruto (2018, Galleria Continua, Habana); Cuba mi amor (2017, Galleria Continua, Les Moulins, Francia); ¿Soy Cuba? (2017, Palazzina dei Bagni Misteriosi, Milan); Nido sin árbol (2017,  Unión Nacional de los Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba UNAICC, Habana); Las riberas del Aqueronte (2015, Museo Farmacia Johnson, 12ma Bienal de La Habana); Reeditus II (2012, Galería Raymaluz, Madrid); El extremo de la bala. Una década de arte cubano (2010, Pabellón Cuba, Habana); Bomba (2010, Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, Habana); entre otras.

En el 2018 recibió una beca para el programa «Residency Unlimited» en la ciudad de Nueva York, auspiciada por Rockefeller Brothers Fund y ganó el Premio de Adquisición al Mejor Artista Emergente en la feria de arte Zona Maco, Ciudad de México.

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Por Laura Salas Redondo 

I –

Las fronteras se rompen cuando un artista, desde su contemporaneidad, logra reinventar los códigos que rigen las academias, las normas y los presupuestos construidos a través de siglos de lo que llamamos Historia del Arte. En su aguda búsqueda a través de la investigación estética y formal, un artista como Osvaldo González Aguiar ha logrado labrar un camino lleno de puntos de giro que ha dado como resultado sus más recientes obras. Estas rezuman una madurez y una profundidad que se vuelca sobre el espectador atrapándolo en un emocionante juego sensorial.

Osvaldito, como le llaman casi todas las personas que lo conocen después de media hora de conversación, es un joven artista cubano nacido en Camagüey; una ciudad del centro de la isla. Desde temprana edad se acercó a la enseñanza artística, primero como una curiosidad y, muy pronto, como una necesidad que nunca más lo abandonaría. En 2006, al terminar el Instituto Superior de Arte (ISA), en La Habana, muchas cosas habían cambiado en su quehacer como pintor: se abrieron nuevos caminos formales; en parte por la necesidad del momento, por la falta de materiales, o por la misma curiosidad del artista por hurgar en espacios desconocidos. El dibujo —herramienta fundamental y que domina a la perfección— “lo obligó” a buscar alternativas, desde la pintura al trabajo con materiales ajenos a ella. Esa suma de aprendizajes hizo que ya su tesis de licenciatura presentase un primer acercamiento al scotch.

La pintura es un medio clave. Su manera de acercarse a ella es extremadamente personal y se permea de manera directa de su hábitat: de su familia, de situaciones que orbitan en su ámbito y de los seres más cercanos. Estos se trasmutan en su obra y hacen de ella un receptáculo de vivencias, pasajes de la historia del arte y fases devenidas momentos clave en la vida del artista. Son esenciales, en cada una de ellas, los formatos y ángulos que utiliza. Casi siempre recrea, desde una perspectiva cinematográfica, las habitaciones de su hogar, los fragmentos de los talleres de sus amigos, las lecciones que sus maestros le dieron. Los espacios expositivos que acogen su obra presentan esa arquitectura de interior que vive, aunque reine la ausencia humana, cual traza de un ser omnipresente que observa; una especie de “mirada de Dios”, como Osvaldo mismo refiere. Esa no-presencia humana genera una correlación muy particular con la interioridad, tanto física como espiritual. La humanidad de sus interiores no denota soledad, sino la calidez de un lugar reconocible o un espacio que nos despierta curiosidad.

Tales elementos, adquiridos con el oficio de la pintura y el dibujo, son claves a la hora de pensar y realizar una instalación, y en su quehacer con un material tan innovador como lo es la cinta adhesiva (o scotch). Las veladuras se transmutan en el proceso de trabajo de pegar capa tras capa para lograr los claroscuros, las formas y los objetos; con una precisión casi irreal.

Osvaldo González aprovecha este material sui generis para dar vida a sus espacios de disímiles maneras, con soluciones diversas, resueltas con un uso exquisito de la técnica y el método. Su trabajo siempre ha tenido al error y el azar como elementos indisolubles de su práctica creativa, desde la investigación —esa sed de saber e intercambiar— hasta su forma de trabajo en el taller. Al error lo enfoca como un vehículo dentro de la concepción y construcción de la obra. El azar, por su parte, lo asume como ‘serendipia’: esa idea que da pie a otra. Inicialmente experimentó con distintos materiales; en este último quinquenio, finalmente, quedaron como protagonistas la cinta y la luz.

La forma bidimensional de la técnica desarrollada por el artista es mucho más “tradicional”. Fabrica, a través de un minucioso trabajo lleno de detalles, pantallas a base de precinta y luz de neón. Un factor importante dentro de estas “cajas de luz” son los propios pliegues del material. Estos cobran una gran importancia: portan el aire (oxígeno) paralelo con el material natural, imprimiendo un profundo efecto de verosimilitud espacial. El juego entre la luz natural y la artificial genera, de otra parte, una relación muy especial con lo externo y lo interno, con las sombras y con los volúmenes. Se trata de una analogía con la técnica de la acuarela, donde las capas para transparentar la luz se van superponiendo. Las gradaciones y la manera de dejar pasar la luz son una parte fundamental de la apreciación de la obra.

La preocupación por los espacios ha convertido a Osvaldo González en un instalacionista magistral. Desde ahí ha sabido encontrar su sello distintivo y emprender una sólida carrera, tanto en su país como internacionalmente. Los site specific, creados minuciosamente para cada espacio, generan estados mentales que, de espectador en espectador, hacen pasar de la sorpresa de “descubrir” el material a la contemplación absoluta del ambiente. El juego con el material recuerda la fosilización que se produce en la naturaleza a partir de esta resina que tanto fascina al artista. A la cinta se van pegando residuos, polvo, hasta pedazos de “cosas” que el público trae consigo. Ese gran archivo natural, conformado sobre este material viscoso, genera una serie de “memorias” de su nuevo entorno.

¿Después, cuando acaba la exposición, qué sucede con la obra? Esta pregunta se impone cuando nos confrontamos con una experiencia de este tipo: una relación casi directa con cuestionamientos cercanos a ese temor humano hacia la muerte, a la pérdida, y al qué sucederá después. Justamente, después de la exposición, ¿cómo logramos que la obra sobreviva?  Con Ámbar, en 2015, surge la primera obra instalativa en la que el artista utiliza el scotch y la luz, a partir de ahí comienza un nuevo camino por recorrer y el deseo de darle continuidad, de perpetuar el esfuerzo creativo. Hay, además de esa responsabilidad con la obra, también una preocupación medioambiental en Osvaldo. La toxicidad del material y la imposibilidad de reciclarlo lo impulsaron a esa exploración. Así surgen los “remanentes” en 2017, con la primera versión de Resina. Los Objetos remanentes son obras en proceso, que siguen la evolución del trabajo y aún están en transformación. Objetos “vivos” que mutan con el tiempo, se permean de su ambiente y buscan una salida definitiva para mostrarse.

II –

La exposición «Ámbar» en NC-arte, curada magistralmente por Niurma Pérez Zerpas, está integrada por Resina, La clase de Daniel y varias obras de la serie Memorias robadas. Resina es un site specific que irrumpe monumentalmente y da la bienvenida al centro cultural. La pieza ha creado indirectamente un puente entre Milán, La Habana y Bogotá, gracias a la oscilación constante entre anclaje al presente y permanencia en el tiempo que tienen las obras de Osvaldo. Los lugares donde existió previamente se condensan y transfiguran, complementando la ilusión y el divertimento que sus piezas, de apariencia frágil y dúctil, nos pueden trasmitir. En realidad, se trata de obras resistentes y llenas de fuerza, resultado de un proceso creativo de notable implicación psicosomática.

La instalación Resina se realizó por primera vez como parte de la exposición colectiva «¿Soy Cuba?», en Milán. La obra dentro de la exposición cobraba un significado muy especial ya que propiciaba un cambio radical en la circulación del espacio que ocupaba, y abría un diálogo desde lo sensorial con otras obras que se encontraban en el mismo lugar. Más tarde, en enero de 2019, Resina fue el centro de la exposición «El principio de todo», también curada por Pérez Zerpas en la Galería de Arte Servando de La Habana. Allí, el acercamiento era mucho más íntimo dadas las características del espacio y por la propia línea curatorial y temática de la muestra. Cada vez que se emplaza se trata, sin duda, de una nueva obra: llena de las energías propias de su entorno, tanto físicas como psicológicas.

En el caso de las obras bidimensionales presentes en «Ámbar», Osvaldo concibió una nueva serie para la ocasión: Memorias robadas. En ella indaga en un grupo de imágenes recuperadas a partir de las redes sociales, revistas de arquitectura de interior o de sitios de internet de agentes inmobiliarios colombianos. Estos interiores, de diversos estatus sociales, fueron recreados con su técnica. La tautología deviene así otra clave de lectura que nos lleva a las vivencias más íntimas de personas anónimas. El artista decide qué mostrar y qué ocultar de los espacios reales, creando nuevas relaciones de sentido en el diálogo con el espacio existente. Nos propone una representación, no una reproducción fidedigna. Se obvian detalles, pero cada imagen tiene una esencia: vislumbramos algún objeto que da señales de presencia humana, aunque nunca se incluya.

Otra obra de su serie Memorias fragmentadas se titula La clase de Daniel y conduce a otra vertiente que busca conectar con los grandes maestros del arte que han influenciado el trabajo o la vida del artista. En este caso, es una captura del tragaluz de la sede de Galleria Continua en Francia. Dicho espacio albergaba la obra de Daniel Buren, al mismo tiempo que una exposición colectiva con diecisiete artistas cubanos, incluido González. Para estos jóvenes artistas fue una experiencia inolvidable compartir el espacio/tiempo con un consagrado como Buren, pero, sobre todo, el verlo trabajar sin descanso, lleno de rigor y pasión —no obstante sus más de ochenta años— hasta que su obra estuvo totalmente finalizada.

La conexión de la resina milagrosa con su vida es, sin duda, otro punto a tener en cuenta. En una entrevista, el artista me comentaba cómo la llegada de su hija Ámbar le develó ciertas verdades que lo llevaron a una fuerte evolución en su carrera y en su vida personal. Osvaldo González, ser de una fidelidad extrema, funde de manera profunda su quehacer profesional con la manera en que trata a su familia, a sus amigos y a colegas. La madurez de que hoy gozan sus obras es palpable en esta exposición; junto a ella podemos también sentir la emocionalidad con que concibe su trabajo y que luego transmite a su público.

III-

Pocos días después de la inauguración el mundo se detuvo: las galerías, museos, restaurantes y todo tipo de espacio público quedaron cerrados ante la temible pandemia que azota el mundo. NC-arte, como el resto de estos espacios, debió cerrar sus puertas y comunicarse a través de las redes sociales y las nuevas herramientas de comunicación impuestas por el insólito estado de la situación. Una y otra vez vemos una etiqueta que no para de reproducirse en las redes sociales: #quédateencasa, exhortando a las personas a recluirse en sus espacios de habitación para protegerse del virus. La obra de Osvaldo es un llamado a esa introspección que se nos pide hoy.

Las piezas de la exposición «Ámbar» quedaron contenidas en su propio espacio expositivo; una paradoja que vemos también en la naturaleza, donde esta resina, en el lapso de millones de años, puede fosilizar un momento preciso, capaz de encapsular el tiempo.

En ese ‘ejercicio de memoria’, en cada obra presente en la muestra, se crea un puente casi perfecto entre espacios y tiempos, el cual hace colapsar sentidos previos. A modo de poesía visual, «Ámbar» nos regala este recorrido, jugando con el espacio y la imaginación: un trayecto reflexivo que tanto nos hace falta en los tiempos en que vivimos y que, en este nuevo mundo que recomienza, debemos tener en cuenta más que nunca.

IV-

Conversación con Osvaldo González

Laura Salas Redondo: ¿Cómo se llega, desde una práctica artística muy académica, a usar un material como el scotch? 

Osvaldo González: Al ingresar en el ISA comenzaron muchos cuestionamientos, sobre todo de índole formal. Fue una época en la que la experimentación rodeaba la creación de todos los que compartíamos ese momento. Es a partir de esa búsqueda que comienzo a utilizar diferentes materiales distantes a la práctica de la pintura, que era hasta ese entonces el medio que más había utilizado. Me interesó mucho comenzar a realizar obras desde la instalación y el site specific. Por otra parte, mi trabajo siempre ha tenido al error y el azar como elementos indisolubles de mi práctica creativa. Es entonces —por el año 2005— que comienzo a pensar en este material como medio para representar. Fue resultado de mi deseo de volver a pintar y de un suceso aparentemente intrascendente, producto del azar, que forma parte de mi metodología de trabajo como parte indisoluble: vi que la superposición de capas de scotch podía crear valores, o sea, tonos, y comencé a utilizarlo en la creación de una serie de obras que fueron parte de un enviroment que se tituló Jardín, que fue mi proyecto de tesis de licenciatura.

En esa época estaba reencontrándome con la pintura como medio y tenía un deseo inmenso de que participara también en mi proceso de creación, es por eso que después de estas primeras obras con scotch me tomé un pequeño descanso (de aproximadamente cinco años) con este tipo de obra, para concentrarme en la pintura. Gracias a este reencuentro con la pintura y al año vinculado al diseño de luces para puestas en escena, salió como resultado una nueva forma de entender este material que ha definido gran parte de mi creación posterior.

L.S. R: ¿Existe alguna conexión en su trabajo con este tipo de material y la naturaleza a pesar de que es completamente industrial?
O.G: En el año 2015 realicé una obra que titulé Ámbar, esta pieza fue un site specific y se convirtió en un punto de giro en mi obra. Ese mismo año nació mi hija y decidimos, mi esposa y yo, ponerle Ámbar como nombre. En esa búsqueda de conocer sobre el significado de la palabra y profundizar acerca del ámbar como mineral, me di cuenta de que mi trabajo estaba cambiando hacia, tal vez, si se quiere, una poesía de la idea conceptual que tengo del mismo. A partir de ahí comencé a darle un valor simbólico al material, con analogías con los procesos naturales que se dan en la formación del ámbar como piedra sólida, utilizando todos los referentes que tiene este mineral en la cultura, y los usos simbólicos y reales que ha tenido en diferentes momentos de la historia.

L.S. R: ¿Cómo sigue la vida de una obra que, por génesis, es efímera?
O.G: Cuando nos referimos a los site specific tenemos que tener en cuenta que son obras que tienen una brevedad en el tiempo, son efímeras en sí mismas. En un principio su durabilidad en el tiempo se conseguía con la documentación fotográfica y en video, es a partir del año 2015 que comienza a preocuparme qué hacer con este material después de usado para estas obras. Estamos hablando de un material derivado del petróleo y cercano al plástico, o sea, sumamente nocivo, su reutilización es casi nula. En el año 2017 tomé la decisión de comenzar a guardar todos estos restos o remanentes de obras realizadas. En un primer momento no sabía qué iba a hacer con estas acumulaciones de scotch y hace solo un año comencé a esbozar la idea de empezar a hacer obras. Esta serie se titulará Objeto remanente y, de alguna manera, toca el tema de la transmutación de la materia y la relación del ciclo de la vida donde nada es eterno y a la vez sí: todo lo que conocemos como materia no deja nunca de existir, lo que cambia es su estado físico.

En el caso específico de Resina en NC-arte va a suceder algo que me emociona muchísimo. Es una idea que surge ya estando en Colombia. El tema de la vivienda en Colombia, como en cualquier parte del mundo, siempre trae consigo el auge de empresas que surgen para ofrecer soluciones. En el mundo hay en marcha miles de proyectos. En Colombia me entero de que hay una compañía que se dedica a usar todo el desecho plástico para construir materiales de construcción, y me maravilló la idea de que mi pieza, en vez de muerta (me refiero a botar el remanente después del desmontaje) o convertida en otra obra de arte, se convierta en parte de la casa de alguien. La idea es linda y tiene una poesía intrínseca que me conmueve mucho: no solo dar placer espiritual desde el arte, sino generar un bien que incide directamente en la vida de alguien. La casa que se vuelve la motivación para la obra siempre ha sido el sentido coherente del proceso creativo de mi trabajo, y ahora se completa un ciclo, la obra se vuelve casa.

L.S. R: ¿Por qué volver a intervenir este espacio con una obra como Resina?
O.G: Resina, como otras obras que realizo como site specific, tiene la capacidad de la adaptación a los espacios. Es por eso que una idea en mi trabajo puede volverse hacer, hasta el cansancio. En ese sentido, la idea es infinita, lo efímero se da en la obra en sí, es por eso que siempre que se vuelve a producir, cambia completamente su apariencia, se vuelve nueva pues está estrechamente ligada a las características de los espacios en donde se instala. Además, Resina guarda algo que me atrae mucho y es la relación de interacción con las personas que asisten a verla, pues es una pieza que crea recorridos, las personas participan directamente dentro de ella, es una relación no solo a nivel visual, sino interactiva, el espacio real cambia completamente su forma, la obra se adapta al espacio y esta adaptación la hace lucir diferente.

Por otra parte, es una obra que habla de la capacidad de adaptación, en ese sentido se conecta con lo humano, se vuelve muy orgánica. Es humana esa necesidad que tenemos de adaptarnos, de cambiar dependiendo de dónde estemos, y es la clave del éxito de nuestra especie. Yo veo Resina muy conectada con estas ideas. Además, era también la oportunidad de poder hacer la obra en su mayor despliegue, pues es un espacio de tres niveles con muchos elementos que son parte de la arquitectura, esto era algo que me seducía grandemente y me imponía un reto, y a mí me encantan.

L.S. R: Recuerdo en Milán que un pedazo del plegable de la exposición «¿Soy Cuba?» se adhirió a la obra Resina y todos se alarmaron, querían restaurarla enseguida y tú, con mucha parsimonia (acompañada de una risa cómplice), me dijiste que estabas contento de que ese pedazo de papel hubiese quedado allí, como en el proceso de la fosilización que sucede en el ámbar. ¿Cómo vives esta experiencia con la obra?
O.G: Es interesante esto que me preguntas, ya creo que hemos hablado varias veces de cómo el error y el azar participan en mi trabajo, sobre todo, cómo me pueden conducir al resultado final de un proceso. Es por eso que en todo mi espectro de trabajo siempre estoy pendiente de que algo que pueda ser visto como un error me conduzca hacia otros caminos. No soy un artista de cálculo minucioso de cada detalle de la obra. Aunque, obviamente, la realización de la obra está controlada, pensada y analizada, hay otros factores que van surgiendo de mi relación con la obra en sí.

En las instalaciones, específicamente, ese tipo de sucesos tienen que ver con el tiempo. Para poder describir un tiempo o poder imaginarnos un tiempo que ya pasó, ese tipo de eventos que describes en tu pregunta vienen a ser la huella, la marca del momento que ya sucedió, ese momento que no volverá. Esa es la posibilidad que tiene la obra de atrapar instantes, de cargarse de tiempo, ese que no se repite, ese que solo tenemos en la memoria. Es a través del azar que pueden pasar todas estas cosas que hacen de cada obra algo vivo, algo único o autónomo. La obra existe y cuenta una historia que no se repetirá y que quedará atrapada en ella, siempre.

L.S. R: ¿Qué conexiones encontraste en Colombia para realizar las nuevas obras?
G: La nueva serie de obras Memorias robadas, sobre plexiglás, que está ligada a la idea de hacerme de memorias íntimas de otras personas. Esta serie sale de imágenes que descargo de las redes sociales o de sitios de ventas de inmuebles en Colombia, específicamente en Bogotá. Una de las cosas que más me interesa es el hecho de que estos son espacios de individuos de diferentes niveles culturales y clases sociales. Lo interesante de la propuesta es cómo a estos espacios se les anula su procedencia en el proceso de la representación. Es otra de las ideas que siempre ha acompañado mi trabajo, cómo entender la realidad y convertirla en obra. Es en ese punto donde todos estos espacios se vuelven iguales, borrar el pasado, borrar la memoria, todo comienza a contarse desde el arte, y podemos reescribir la historia desde su representación.

L.S. R: ¿Cómo ha sido el encuentro real con el espacio y el trabajo de Niurma Pérez como curadora de la exposición?
G: El espacio ha sido un reto, te decía, y me encantan. Sobre todo, son obras que uno puede tener planificadas, pero la relación con el espacio es imprescindible. En el caso específico de esta obra, tenía planificado que fuera, en primer momento, una obra instalada en el primer nivel de la galería. Luego, en varios encuentros con Niurma, surgió la idea de desplegarnos por todo el centro y expandir los límites. Hubo muchas videollamadas y fotografías del lugar para poder tener, desde la distancia, una idea lo más exacta posible del espacio y así poder pensar cuál iba a ser la mejor manera de proyectar la pieza en el lugar, pero, a pesar de todas estas iniciativas, la realidad fue la que dio la última palabra.

Mi primer encuentro con el espacio en físico me dejó sin aliento, por múltiples razones. Era el espacio más grande al que me había enfrentado, monumental es la mejor manera de describirlo. Era, por ende, la exposición personal más grande que iba a hacer hasta ese momento, y es en ese justo instante que cae el peso del lugar, la envergadura de NC-arte. Comienzas a pensar en todos los artistas que han pasado por allí. Era mi turno. Piensas en el respaldo de Galleria Continua, todo era peso sobre mí, pero a mí me gusta trabajar bajo presión, es parte de la adrenalina que disfruto. El reto era inmenso y yo quería vencerlo y sabía que podía porque tenía esa sensación de poder cumplir un sueño.

Del trabajo con Niurma puedo decirte que es intenso. Trabajar con ella es un proceso increíble donde uno la pasa bien, pero terminas molido, porque es súper exigente. Siempre busca que uno se supere; hay que dar, no el máximo, sino el extra, y lo logra. Tengo la dicha de venir trabajando con ella en distintos proyectos desde el 2016 y ha sido increíble el camino transitado. Con este proyecto, específicamente, me dio mucho espacio, me dejó que volara y soñara y no pensara la exposición, y eso se lo agradezco enormemente.

L.S. R: ¿El proceso de montaje ha sido complejo?
G: El más complejo de todos. El espacio tenía una cualidad particular: la altura de muchas partes donde tuvimos que improvisar, llegando a tomar riesgos para nuestra integridad física (esto lo digo un poco en broma, siempre tomamos todas las medidas de protección que pudimos, pero igual fue muy difícil). Con el scotch hay que tener cuidado para que no se tuerza, pues si eso pasa, o se pega con la línea anterior, se corre el riesgo de que se pierda el trabajo. Lo más complicado era la altura, y los espacios de vacío. Realmente tuvimos que ser muy creativos. Todos aportábamos, yo tengo siempre una premisa de trabajo cuando hago estas obras y es que doy mucha participación, nunca creo que tengo el control y la solución a todos los problemas, dejo que todos puedan intervenir aportando solución a posibles situaciones. Esto siempre crea buena energía a la hora de trabajar y la obra se va enriqueciendo, había días en los que yo colapsaba, no podía ver una solución que, tal vez, estaba allí, pero venía alguno de los chicos del equipo de trabajo y me decía: “oye, lo hacemos así” y me daba cuenta de que esa era la manera. Eso es parte del azar del que tanto te hablo.

L.S. R: Esta exposición personal en NC-arte ¿piensas que marca un momento clave en tu carrera?
G: Sí, no tengo la menor duda. NC-arte es un espacio con gran prestigio, eso lo corrobora la calidad de artistas y proyectos que ha exhibido a lo largo de diez años. Marca nuevas pautas y nuevos horizontes se abren. En el año 2018, a raíz de una residencia en New York, tengo la posibilidad de poder introducir un nuevo material como la resina en la realización de obras sobre plexiglass, y no había podido trabajar con ella desde esa fecha, pero quedó el deseo de poder incluirla como un material. NC-arte dio la posibilidad de volver a usarla, y gracias al trabajo con ella y al tener más tiempo de poder comprenderla, tomé la decisión de, a partir de esta exposición, siempre usarla en la producción de estas obras. La posibilidad que me dio Galleria Continua en el 2017, en Francia, de sentir que podía ser capaz de llevar a cabo proyectos a gran escala, y la oportunidad ahora en NC-arte, son la confirmación de que es un camino a transitar y de que todo puede ser posible.

Tal vez hay cosas de las que no soy capaz de darme cuenta, con relación a la incidencia que pueden tener ciertos sucesos en el devenir de una carrera, pero hay otras que son más claras pues tienen que ver con la obra, con el proceso, con las conclusiones. Allí uno controla más, es donde te vas dando cuenta de qué momento estás viviendo con relación a tu carrera. Por todo lo que te he contado, por el reto, por la posibilidad de poder llevar una utopía a la realidad, con toda certidumbre puedo afirmarte que esta exposición no solo es clave, sino que es el comienzo de un largo camino.

L.S. R: Tu exposición en NC-arte marcará un antes y un después. Más allá de su trascendencia artística, tendrá también una trascendencia histórico-temporal. A la inauguración asistirían personas con el COVID-19 y, justo después, todo colapsó, tanto en Colombia como en el resto del mundo. ¿Cómo crees que tu obra se conecta con este aislamiento al estamos sometidos todos?
G: Fue todo muy rápido. De momento parecía como si estuvieras viviendo en una de esas películas del fin del mundo, era todo un poco surrealista. Desde mi llegada a Colombia le estaba dando seguimiento al tema del COVID-19, por varias razones: primero, tengo muchas personas queridas, amigos que son mi familia, que estaban, ya desde ese momento, comenzando a sentir el horror que trae consigo la pandemia. Además, tenía fecha para exponer en Galleria Continua, San Gimignano, en mayo, y eso me hacía ver, constantemente, cómo iba evolucionando la enfermedad. No te voy a mentir, en un principio albergaba la esperanza de que no fuera nada tan complicado, pero el trascurrir de los días demostró lo contrario.

Yo me sentía en un limbo. Sentía, por una parte, la felicidad del proyecto en el que estaba, pero a la vez la preocupación de lo que estaba pasando en ese momento en Europa y parte de Asia. Mi regreso a Cuba fue el 15 de marzo y al día siguiente tomé la decisión de comenzar una cuarentena. Cuba seguía funcionando normalmente, solo había 21 casos confirmados. A los tres días, a mi esposa, por decisión de su centro laboral, la mandaron a casa, y desde esa fecha los tres nos encontramos acá. Mi hija, en este momento en que estoy contestando tu pregunta, lleva tres meses sin salir.

Es una situación que yo aún no sé cómo digerir, nadie estaba preparado para que esto pasara y cambiara de manera radical la manera en la que pensamos el mundo, que siempre tendrá que ser diferente a partir de ahora, sobre todo, pensando en que, desafortunadamente, tendremos que aprender a vivir con el virus por el momento, pues todavía no hay ninguna vacuna.

En medio de toda esta situación terminé de realizar en Colombia este proyecto que tanta alegría me ha traído, porque no pienso como un infortunio que no haya podido visualizarse —pues las puertas de NC-arte se mantienen cerradas—. Veo en esta exposición, sobre todo, una satisfacción personal increíble. Me quedo con los 20 días de los que no salí de la galería salvo a comer, me quedo con todos los que participaron del proyecto, me llevo ese rapor que logramos, esa energía, esa sensación de que todos nos conocíamos de toda la vida. La calidez fue, realmente, increíble. De todas formas, se me ha informado que la exposición se extiende hasta el 30 de agosto, creo que es bueno, habrá tiempo para que pueda ser vista, habrá tiempo para presenciar cómo se encapsuló el tiempo en NC-arte, ese tiempo que vivimos antes de que el mundo cambiara.

La sensación de aislamiento es algo que no persigo con la apariencia de mi trabajo, me gusta siempre decir que mis obras hablan de la presencia desde la ausencia, pero hay una realidad y es esta, y puede ser hasta poético ver cómo esta exposición que está hablando, entre otras cosas, del tiempo y de cómo contenerlo, quede como registro de un momento como este. Ni mi generación, ni la generación de mis padres, habían vivido algo parecido. Estar en casa, para mí, era algo natural, pero ahora es diferente la manera en la que nos enfrentamos al estar en casa, pues no es algo que uno decide hacer. El ser humano cree que lo que lo hace libre y diferente es la capacidad de decidir sobre todo lo que lo rodea, ahora tenemos una obligación cívica, moral, humana, quedarnos en casa por obligación, para poder salvarte y salvar al otro.

Te hablaba de la cualidad que tienen las obras de adaptarse, y esta cualidad surge de una analogía con lo natural, con lo humano. Habrá que adaptarse y plantearse la vida desde casa, desde la distancia, y tendremos que ser más cercanos desde la palabra, desde los medios y desde la obra, tendremos que ser más cálidos pues, al final, la gran fortuna es estar vivos y ser partícipes de este tiempo enorme del universo.

(Este texto se escribió durante la pandemia del COVID-19 entre marzo – mayo de 2020)

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